HISTORIAS DE LA MAR
minutos antes del crepúsculo civil, apareció un contacto en la escala de diez
millas del radar: en apariencia navegaba a rumbo opuesto o casi opuesto y,
según el capitán, a ocho o nueve millas abría 5º o 6º por Br, abriendo más a
medida que se acercaba. El radar del Bonifaz era un venerable Decca-12, en
apariencia sin Deccaplot, por lo que hacer una cinemática habría exigido trasladar
los datos a una rosa de maniobra que nadie había enseñado a manejar a
los oficiales porque no estaba en su plan de estudios. Además, al ser un radar
de movimiento relativo no estabilizado los contactos venían haciendo eses por
la pantalla, agravando la imprecisión en marcación de los equipos de la época.
Un radar más moderno, una formación más actualizada o un ojo más entrenado
habrían hecho evidente que el contacto no venía a rumbo opuesto, sino
«casi» opuesto, cruzando la proa con un ángulo de 16º y dando la verde: una
situación potencialmente engañosa y un clásico para los estudiosos de lo que
entonces se dio en llamar con sarcasmo radar-assisted collisions.
Causa relevante
Si el Bonifaz era el no va más de la Marina Mercante española, el eco que
ahora se deslizaba por su pantalla pertenecía a uno de los mayores petroleros
del mundo, que jugaba en otra liga en todos los campos: el Fabiola había sido
botado en Dunkerque en 1959 para la Compagnie Auxiliaire de Navigation, y
tenía 234,9 m de eslora, 30,6 de manga, 32.125 TRB y 54.869 TPM, con dos
motores diésel acoplados a dos ejes, una potencia total de 23.000 HP y una
velocidad de servicio superior a los 17 nudos. Al tener pabellón francés, el
glamour venía de serie, empezando por el nombre, que a diferencia del Bonifaz
no procedía de un adusto almirante, sino de una noble romana divorciada y
casada en segundas nupcias que, tras enviudar y cambiar de «onda», acabó
convertida en santa fabiola, patrona de los divorciados. Otra peculiaridad del
petrolero galo era el enorme y sugerente bajorrelieve de la matrona en cuestión
(ver foto página siguiente), que al igual que el cartel que exaltaba las
bondades del sacrificio en el puente del español buscaría elevar los espíritus,
pero con una estrategia diferente. Con todo, esta noche la diferencia más relevante
entre ambos buques era el radar del francés, que montaba un Raytheon
de movimiento verdadero (y seguramente relativo estabilizado), con dos
pantallas, plotter de plexiglás superponible para puntear con lápiz graso los
contactos y oficiales iniciados en los misterios de la cinemática.
Aquella tarde el Fabiola remontaba la costa gallega procedente del puerto
tunecino de La Skhirra, donde había cargado 49.000 t de crudo con destino a
El Havre; a juzgar por el puerto de carga debía de tratarse de un crudo muy
ligero, y por ello fácilmente inflamable. Estaba al mando del capitaine au
long-cours Charles Juhel, con quince años en la mar y siete de capitán a sus
espaldas, y desde las 09:30 (poco después de sobrepasar las Berlingas) nave-
2021 29