Según podemos observar, el caperol, es
decir, el extremo superior de la roda, va adornado
con la cabeza de un animal que es, sin
duda, en recuerdo del que se había sacrificado,
en honor de los dioses, al terminar la
construcción del barco y ponerlo a flote, con
la creencia de que así iba a poseer las cualidades
—fuerza, velocidad— de la víctima.
Lógicamente, con la difusión del cristianismo
esa costumbre quedó en desuso, pero la tradición
hizo que se mantuviera en dicho caperol
un recuerdo que, en algunas barcas pequeñas
de pesca andaluzas y portuguesas, es un
pedazo de piel de cordero, con la lana hacia
fuera o un puñado de filásticas de esparto u
otro vegetal, que recuerda el pelo de la antigua
víctima. En Cataluña, en cambio, se coloca
en dicha parte una pieza de madera sobresaliendo
algo por los cuatro costados, con
unos rebajes a ambos lados, que es una estilización
de las cuencas de los ojos, y cuyo
conjunto se puede asimilar a una cabeza de
muerto (= cap de mort), pues tal es su
nombre, entre otros muchos (fig. 2). En los
barcos grandes de vela la tradición se mantuvo
con el mascarón que se colocaba en la
proa del barco, por debajo del bauprés, pero
esto ha desaparecido también. Ahora, algunos
buques de propulsión mecánica llevan como
adorno en la parte superior de la roda, un
pequeño escudo o algo similar. De todos
modos, el antiguo acto del sacrificio, debidamente
civilizado, se sigue conservando: es la
tradicional rotura de la botella de champaña
contra el casco del barco por la madrina en el
acto de la botadura.
En el mismo fragmento de cerámica, algo
más abajo, en la amura de babor del barco,
observamos algo que se asemeja a un sol,
que, en el mundo pagano, sería un ojo de
Zeus, destinado a advertir a los tripulantes la
presencia de peligros y ayudarles a sortearlos.
La imagen de los barcos con una cabeza
de animal en el caperol o extremo superior de
la roda del mismo es muy común, y podemos
observarla en muchos relieves contemporáneos
de épocas comprendidas entre el 2000 a.
de C. y la Edad Media, sin que con esto
pretendamos, en ningún caso, poner en duda
la fecha del fragmento que estamos analizando.
Por otro lado, los ojos del tipo que hemos
comentado los llevan todavía algunos pesqueros
fig. 2. Caperol de un bote actual, en forma de
«cabeza de muerto».
en muchos lugares del mundo. Por esta
razón podemos afirmar que la imagen representada
en el fragmento que nos ocupa es
bastante común y no tiene nada de raro ni de
excepcional. Sin embargo, el hecho de proceder
de nuestro país sí es algo realmente extraordinario,
pues aquí, si exceptuamos el Vaso
del Combate Naval de Liria, los ocho barcos
de la pintura rupestre de la Laja Alta, en
Jimena de la frontera, y alguna representación
más, dejando de lado los pecios de
Mazarrón y de otros lugares, poco tenemos
de contemporáneo anterior a nuestra era.
El resto de vaso ibérico que hemos
comentado se conserva en el Museo de
Prehistoria de Valencia y a cuya directora,
Helena Bonet Rosado, doy las más expresivas
gracias por la cesión de la imagen que aquí
vemos.
MISCELÁNEAS
128 Enero-feb.