La psicología militar en la prevención de salud mental durante la pandemia por SARS-Cov-2
Sanid. mil. 2020; 76 (2) 119
en la salud mental, destacando que por cada persona afectada por
daño físico hay cuatro afectadas por daño psicológico2.
En estas situaciones, es común que la población general
experimente síntomas de ansiedad, depresión, problemas para
dormir o problemas psicosomáticos. Pero desarrollar, o no, tras-tornos
de ansiedad, depresión, estrés postraumático (TEPT) u
otros, no es algo generalizado y la mayoría de las personas ter-minan
adaptándose a la situación crítica o a la posterior3. En
concreto, se ha comprobado que el factor con más poder pre-dictivo
de TEPT es el grado de exposición al riesgo –grado de
lesión física, haber estado cerca de perder la vida, destrucción
de la propiedad, número de fallecidos–4,5 y no contar recursos
suficientes6.
Según Páez, Fernández & Beristain7 durante el primer año
tras el evento crítico, el nivel de alteración (síntomas de ansiedad,
depresión, TEPT) puede llegar al 45% en las víctimas directas
de los desastres, reduciéndose el segundo año al 20%-40%. Pero
el impacto en la salud mental puede diferir según la naturaleza
del desastre. Por ejemplo, cuando los desastres son naturales, se
estima un impacto psicológico del 17% en comparación con gru-po
control o con la situación anterior8,9; en masacres, guerras o
violencia extrema, el porcentaje se sitúa entre el 20% y el 45%,
pudiéndose elevar hasta el 60% en caso de violaciones10,11,12; y en
desastres tecnológicos o NBQR puede oscilar entre el 2,4% y el
44,6% en función de la exposición –directa o indirecta– al riesgo
NBQR y la edad13-15.
Igualmente, el impacto en la salud mental también depende
de la posición que se ocupe en el desastre (población general,
víctimas directas y trabajadores de rescate o intervinientes). Así,
en la revisión sistemática de Neria, Nandi y Galea5 –que abarca
casi tres décadas (1980-2007)– se estima que la prevalencia de
TEPT en las víctimas directas de los desastres se halla entre el
30% y el 40%, en los trabajadores de rescate entre el 10% y el
20%, mientras que en la población general estaría entre el 5% y
el 10%. En un meta-análisis posterior con 20.424 intervinientes
en desastres, Berger et al.16 encontraron una prevalencia similar
del 10% para esta población.
En otras epidemias de este siglo, el miedo y las preocupa-ciones
aumentaron los niveles de ansiedad entre la población.
Aquellos que fueron directamente afectados por el Severe Acute
Respiratory Syndrome (SARS), mostraron tasas significativa-mente
más altas de secuelas psicológicas. La morbilidad psi-quiátrica
acumulada entre los supervivientes de SARS se acercó
al 60% tres años después del brote, mientras que la prevalencia
puntual a los 30 meses fue de aproximadamente el 33% (uno
de cada tres), con uno de cada cuatro reportando síntomas de
TEPT y aproximadamente el 16% de trastornos depresivos17. En
Hong Kong, entre los años 2003 y 2004, hubo una gran cantidad
de muertes por suicidio entre las víctimas de SARS18. El personal
sanitario mostraba más síntomas de TEPT, depresión y trastor-nos
por uso de sustancias19. En concreto, en Singapur, entre el
18% y el 57% de los sanitarios sufrieron angustia emocional al
inicio, durante y después del brote de SARS20.
El impacto psicológico de las cuarentenas en los brotes de
epidemias de este siglo ha sido analizado recientemente19 seña-lando
que, los que estuvieron en cuarentena, en comparación
con los que no, mostraban más agotamiento físico y emocional,
desapego, ansiedad, irritabilidad, insomnio, confusión, baja
concentración e indecisión, deterioro en el desempeño laboral
o rechazo a trabajar, angustia, depresión y TEPT. Además, ex-perimentaron
más emociones negativas de miedo, ira, tristeza y
culpa y menos sentimientos positivos de felicidad y alivio.
Se hace incuestionable, por tanto, que en las emergencias y
los desastres la salud mental es un área central de la salud pú-blica21,22.
Por esta razón, desde finales del siglo XX y comien-zos
del XXI, el apoyo psicológico en crisis y emergencias es una
estrategia de afrontamiento para muchas naciones23 dirigida a
fortalecer la resiliencia de la población.
RESEÑA HISTORIA DE LA INTERVENCIÓN
PSICOLÓGICA EN EMERGENCIAS
Según García Silgo23, a mediados del siglo XVII se empezó
a prestar atención a los aspectos psicológicos en los desastres de
una manera meramente descriptiva y así siguió hasta la mitad
del XX, con las primeras observaciones en catástrofes realizadas
propiamente por psicólogos. Durante la II Guerra Mundial, la
actividad descriptiva llegó a crear nueva terminología y a fun-dar
algunos principios básicos. Por ejemplo, nació el concepto
de Primeros Auxilios Psicológicos (PAP)24,25. Tras la Guerra, se
produjo un cambio fundamental, gracias al auge de la orienta-ción
empírica del Grupo de Investigación en Desastres en los
Estados Unidos y del Grupo de Doctores Noruegos en Europa.
En la década de los 70, los equipos de apoyo psicológico en crisis
iniciaron su actividad, debido a que varios autores detectaron la
necesidad de llevar profesionales de salud mental rápidamente
allí donde había ocurrido un desastre y así minimizar el daño
psicológico. Esta práctica se fue generalizando y haciendo cada
vez más habitual. Entre los años 70 y 80 nace, por tanto, la psi-cología
de las emergencias.
En España, tras la transición, se promulga normativa para
las situaciones de catástrofe, desgracia pública y crisis. Publica-ciones
que continuaron en los 90 y al empezar el nuevo siglo.
Aunque la necesidad de dar atención psicológica fuera un ob-jetivo
desde la Ley 2/1985 y el Real Decreto 407/1992, no fue
hasta 1997, cuando estas acciones cobraron un lugar propio y
destacado. Se creó el Grupo Interinstitucional, coordinado por
el equipo de psicología en catástrofes de la Dirección General
de Protección Civil, implicando a las instituciones más relevan-tes
en la materia (Policía Nacional, Guardia Civil, Cruz Roja,
Ministerio de Defensa, Servicios de Emergencia, Universidades
y Colegio Oficial de Psicólogos). Entre las finalidades del men-cionado
grupo estaba la de definir un modelo y un plan de in-tervención
psicosocial en catástrofes común a todo el territorio
español. Además, se pudo establecer cómo debían ser las inter-venciones
psicológicas en crisis, el perfil del psicólogo, o qué con-tenidos
debían tener los programas de formación de los distintos
profesionales intervinientes. En la actualidad, estos equipos de
psicólogos cuentan con un largo recorrido en sus intervenciones,
como las realizadas cada vez que ha habido en España incen-dios,
explosiones, catástrofes naturales, atentados terroristas, ac-cidentes
masivos y, ahora, emergencias sanitaras.
En el contexto militar español, en la década de los 90 del si-glo
XX, el apoyo psicológico en crisis y emergencias era una fun-ción
de los psicólogos militares. Sin embargo, no tenía todavía