Ponte-Hernando F.J.
cir este impacto para no alarmar, consiguiendo, a medio plazo,
lo contrario.
Este negacionismo empezó muy pronto a quedar en evi-dencia.
Servicios públicos empezaron a dejar de prestarse por
la afectación de numerosos funcionarios como los de Correos
y la Casa de La Moneda. Los relevos militares, licenciamiento
de unos soldados e incorporación a filas de otros, fueron leta-les,
pues ocasionaron grandes movimientos de población de la
ciudad al campo y viceversa con el consiguiente trasiego de con-tagios.
La emigración masiva del campo a la ciudad empeoraba la
situación. Lógicamente este estado de cosas enconaba el cam-po
político que tampoco se libraba de contagios. El propio Rey
Alfonso XIII, que contaba apenas 32 años, cayó enfermo, así
como los ministros de Instrucción y Marina, García Prieto y Pi-dal.
El 17 de septiembre el presidente Maura tuvo que reconocer
la situación, muriendo una hija suya, a la semana siguiente, en
Solares.
Las fiestas populares siguieron celebrándose, aunque se re-comendó
a los gobernadores el retrasarlas, así como las ferias y
mercados, lo que fue bastante incumplido. Estas aglomeraciones
repartían el virus de unos pueblos a otros. La vuelta de traba-jadores
retornados de la vendimia francesa y los portugueses
repatriados, tras el fin de la guerra fue otra catástrofe. El virus
se movía por los grandes ejes ferroviarios desde Cataluña hasta
Almería y de Irún a medina del Campo.
Comerciantes, sindicatos y empresarios no eran partidarios
de medidas restrictivas para no desmantelar la economía.
Pese a ello se tardaba en tomar medidas políticas y terapéuti-cas
y a veces estas eran perfectamente inútiles. Se recomendaron
los remedios más pintorescos como fumar y beber alcohol, to-mar
purgantes, ajo, café etc., aparte de los más lógicos de reposo
y aspirinas. Estas últimas por ser de la casa Bayer alemana fue-ron
132 Sanid. mil. 2020; 76 (2)
objeto de especial inquina argumentando que eran un inven-to
de los alemanes para envenenar a la humanidad.
Una vez que se encaró el tema con energía, tratando de evitar
aglomeraciones, determinadas actitudes fueron funestas como
las de los obispos de Zamora y Valladolid que congregaron mul-titudes,
para pedir a los santos el fin de la epidemia. A mayor
abundamiento, amenazaban de excomunión a las autoridades
que tratasen de prohibirlas.
Por fin se cerraron cines, teatros y demás espectáculos públi-cos,
dándose no obstante situaciones tan absurdas como la de
Granada donde se hizo una función para recaudar fondos para
la epidemia, a pesar de las recomendaciones de no aglomerarse
en lugares cerrados.
En cuanto a medidas preventivas se intentó una vacuna mix-ta
de Bacilo de Pfeiffer, neumococos y estreptococos y también
se usó profusamente el suero antidiftérico.
En estos intentos estuvieron trabajando los Dres: Ferrán,
Peset, Calvé y Rincón de Avellano, así como los científicos del
prestigioso Laboratorio Municipal de Madrid.
Finalmente, la clase médica insistió en medidas de preven-ción
de aglomeraciones, mientras, cómo no, algunos políticos
como el gobernador de Barcelona, se fueron dos meses de vaca-ciones,
hasta que pasó el momento crítico.
En resumen, no hay nada nuevo bajo el sol. Las epidemias
han acompañado, acompañan y acompañarán a la humanidad
mientras esta esté sobre la Tierra. Cosa distinta es el que la so-ciedad
en conjunto alcance la madurez y el sentido crítico, así
como el desarrollo científico suficiente para amortiguar el golpe.
A la hora de cerrar estas mal concertadas líneas, aparecen los
primeros casos de Fiebre del Nilo en Coria del Río y La Puebla
(Sevilla) mientras los rebrotes del COVID-19 van a más en casi
toda España y en el resto del mundo.
Esperemos poder acabar pronto con esta situación.