Sanid. mil. 2020; 76 (2) 131
Pandemias, milicia e historia de la Ciencia
acudió a España a entrevistarse con nuestro sabio, hombre por
otra parte de escasa sociabilidad y personalidad un tanto retraí-da,
y, quizás, huraña, que le ocasionó no pocos problemas. En
España tuvo defensores y detractores originándose importantes
polémicas en numerosos sitios. Frente a las vacunas por gérme-nes
muertos o atenuados de Pasteur y Koch, Ferrán planteó la
inmunización con virus vivos, con la que conquistó innegables
éxitos estadísticamente demostrados.
Ferrán presentó una memoria a la Academia de Medicina
de Barcelona el 11 de marzo de 1885, se inoculó él mismo y a
su familia y colaboradores. Visto el éxito y ausencia de efectos
secundarios publicó un librito titulado: La inoculación preven-tiva
frente al cólera morbo asiático, en el que preconizaba una
doble inyección con 5 días de intervalo entre ellas. Como fuera
llamado de urgencia por un grupo de médicos de Valencia, ante
la aparición de la epidemia, vacunó en Alcira, a partir del 24 de
abril de 1885 al 68.75% de la población. La tasa de mortalidad
fue la siguiente: en no inoculados del 4.16 %; en inoculados una
vez del 0.675 y en el grupo de reinoculados del 0.10. Ante esta
evidencia, en cualquier país civilizado lo habrían literalmente
«sacado a hombros por la puerta grande». Pues no, a pesar de
los informes favorables de buena parte de la comunidad cientí-fica;
como unos cuantos, y no menores, científicos le negaron su
apoyo, se obligó a Ferrán a suspender la vacunación, comen-zando
un engorroso litigio entre entusiastas y detractores que
se conoce como La cuestión Ferrán que llegó hasta el gobierno
central, originó sesiones con fuertes disputas en el Ateneo de
Madrid y sobre la cual no es del caso extenderse.
En la pérdida de Cuba por nuestra parte, tuvieron un papel
fundamental enfermedades como el paludismo, la fiebre amari-lla
y la disentería que hacían muchos más estragos entre nues-tras
tropas que las balas enemigas, como está estadísticamente
archidemostrado, y lo cuenta el mismísimo Santiago Ramón y
Cajal, que estuvo como Capitán médico en la guerra grande de
Cuba (1868-1878) o de los diez años; unos veinte años antes de
la definitiva de 1895-1898.
En cuanto a esta última, somos de la opinión de que hay
que destacar lo inconcebible que resulta que, en 1888, ¡diez años!
antes de la pérdida de la Perla de las Antillas, España tuviese ter-minadas,
satisfactoriamente, las pruebas de mar y de fuego del
submarino de Peral, y sus gobiernos fuesen incapaces de tener la
inteligencia de disponer de unas cuantas unidades de esta arma,
entonces absolutamente revolucionaria y, potencialmente, letal.
LA GRIPE ESPAÑOLA DE 1918: ¿UNA PANDEMIA
MILITAR?
La pandemia gripal de 1918 tiene unas connotaciones mili-tares
mucho más intensas que, por ejemplo, la actual pandemia
del COVID-19. Ello entre otras cosas por dos grandes grupos de
causas que desarrolla con maestría y sencillez el profesor Betrán
Moya(7), y que resumimos:
La tesis autóctona basada en epidemias desde 1915 en-tre
las tropas de la IGM de que surgió en la propia Europa
(7) Vid. Betrán Moya, J.L (2006) Historia de las Epidemias en España y sus
colonias (1348-1919). Madrid. La esfera de los Libros. S.L. p. 163 y ss.
por falta de higiene en las trincheras, hacinamiento, luchas
cuerpo a cuerpo, agotamiento, frío etc.
La llegada de 200.000 coolíes chinos a Francia, en los
primeros meses del año 1918 para trabajos de retaguardia
que pudieron portar una mutación de un virus gripal de
origen porcino recombinado genéticamente con otro hu-mano
con nula memoria inmunológica por parte humana,
por tanto. Como complicaciones aparecían neumonías y
encefalitis de von Economo. Hoy por hoy esta hipótesis
está en discusión casi descartada.
Los británicos, siguiendo su ancestral costumbre, por una
publicación de su real academia de medicina, parecen ser los
difusores del origen español, auténticamente indefendible desde
cualquier punto de vista.
Los casos tanto chinos como españoles, refiere Betrán, fue-ron
posteriores en unos meses a los producidos en el campamen-to
militar yanki de Fouston (Kansas). Esto unido al gran mo-vimiento
de tropas de los USA que pasaron de 85000 soldados
en marzo en Francia a 1.200.000 en septiembre, apareciendo los
primeros casos en tropas acuarteladas en Burdeos y Brest, dos
puertos de primera importancia. Parece ser que el general Lu-dendorff
lamentaba que la derrota alemana fue más de causa in-fecciosa
que por el empuje de las tropas de refresco de los USA.
Las autoridades políticas y militares de las potencias en con-flicto
no podían, en una guerra donde se habían usado gases
tóxicos entre otras lindezas, reconocer que había un virus letal
extendido entre sus tropas, por dos grandes grupos de causas:
por una parte el no dar información al enemigo y por otra no
excitar los ánimos entre sus propias tropas que, en el caso de
franceses y rusos, ya habían experimentado revueltas y subleva-ciones
contra sus propios mandos. No en vano, en el caso ruso,
la revolución que derriba al zarismo, se produce en 1917, antes
del fin de la guerra.
Por ello resultaba enormemente tentador echarle la culpa a
una potencia como España que, además, en la Guerra mundial,
experimentó una mejoría económica, precisamente por su con-dición
de neutral.
Visto esto, se entiende que haya quedado en el olvido la for-midable
labor humanitaria que realizaron los diplomáticos y
militares españoles, encabezados por el rey Alfonso XIII, faci-litando
los intercambios de prisioneros, con una rápida vuelta a
casa, evitando penalidades y sufrimientos a ellos y a sus familias;
e inspeccionando las condiciones de los diferentes frentes de gue-rra,
con el agradecimiento de millones de personas de los países
en conflicto.
A partir de mayo de 1918 en tres meses escasos, la pandemia
se extendió por prácticamente, todo el mundo en tres oleadas,
básicamente. No insistiremos en ello.
LA GRIPE EN ESPAÑA
Si el COVID 19 parece haberse extendido con los festejos del
8-M, la gripe de 1918 se difundió en Madrid de modo explosivo
con las fiestas de San Isidro. Corridas, bailes y verbenas, parecen
el caldo de cultivo ideal para su expansión. Siguiendo a Betrán
diremos que en la primera semana hubo 30.000 afectados y para
el 1 de junio ya eran 250.000. Las autoridades trataron de redu-