Osmán y Arias Navarro: acuerdos de Madrid
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La afiliación de los saharauis al Frente
Polisario fue rápida y numerosa; entre
ellos, hubo muchos soldados de
las unidades de nómadas. Aunque se
conocía esta afiliación, no se tomaron
medidas contra aquellos que militaban
en sus filas y, con el tiempo, fueron
apareciendo signos inequívocos
de que se iban a producir acontecimientos
nefastos en la vida de dichas
unidades. El plante de los soldados
indígenas en El Aargub en diciembre
de 1974 y la captura de las patrullas
Pedro y Domingo fueron sus actuaciones
más importantes dentro de las
filas de la agrupación.
Pero el partido quería más protagonismo,
deseaba ser conocido en la
esfera internacional e inició manifestaciones
contra España en todos
los núcleos importantes del territorio.
La de Hatarrambla, con varios
muertos al disolver la concentración,
tuvo graves consecuencias, pues los
saharauis empezaron a oponerse
al Gobierno de forma clara y continuada.
La llegada de la misión de
la ONU al Sahara, con banderas españolas
al aterrizar el avión que los
transportaba y que cambiaron por
otras independentistas cuando la
comitiva se puso en marcha en sus
vehículos, dejó en ridículo a las autoridades
del territorio, que no supieron
actuar ante tamaño descaro.
Las sucesivas manifestaciones en los
diferentes poblados y puestos, con
pancartas de «Fuera España», dejaron
un poso de amargura difícilmente
digerible y ya se constató que el Polisario
tenía una fuerza complicada de
controlar.
Como se ha dicho, el Polisario aceptaba
el uso de la fuerza para conseguir
sus fines. Los ataques a los puestos,
patrullas y cinta transportadora de
fosfatos eran frecuentes, así como las
bombas en El Aaiún, donde causaron
varias muertes.
El Polisario se equivocó de enemigo.
Cuando España estaba dando pruebas
inequívocas de que quería llegar
a la independencia del territorio por
vía pacífica, incendió la vida en la colonia,
poniendo todas las piedras posibles
en el camino del entendimiento
y llegando a producir en el ánimo de
ministros del Gobierno la sensación
de que «con estos desalmados no se
podía ir a ninguna parte».
Franco, que ya había aprobado verbalmente
el futuro estatuto de autonomía,
estaba enfermo y cada vez
le costaba más trabajo participar en
las reuniones ministeriales, dejando
el campo libre para confabular en su
contra y buscar la salida del territorio
de cualquier forma. La muerte del
jefe del Estado el 20 de noviembre
de 1975 supone el punto de partida
para dar fin a la vida de la colonia.
Hasta cierto punto, tenían razón,
pues las manifestaciones de los pobladores
del Sahara contra España,
las sucesivas derrotas en la ONU —
donde nuestros representantes no
podían luchar contra los países islámicos
y antiguas colonias, que siempre
se situaban al lado del colonizado—
y los ataques de Marruecos en
la frontera norte, aunque con resultados
negativos en su desarrollo,
fueron inclinando la balanza hacia el
abandono del territorio de la forma
que se pudiera y fuera menos lesiva
para España.