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Gibraltar, el Reino Unido jugó de forma
dilatoria, alargando los procesos
de forma indefinida y aprovechando
la clara pérdida de fuerza internacional
de la Argentina y de la propia
Hispanoamérica, incapaz, pese a
contar con todos los elementos favorables,
de poner en marcha un mínimo
proceso integrador de la región
que hubiese dado otro cariz a reclamaciones
individuales como la que
tratamos.
Para marzo de 1976 un golpe militar
derriba al Gobierno constitucional de
María Estela de Perón, sumiendo al
país en un oscuro periodo de represión
en lo social y en una deriva hacia
el desastre económico que, para
1982, pasaba por un periodo de tremendo
desasosiego en todos los órdenes
de la vida nacional y que dejaba
a la Junta, entonces presidida
por el general Fortunato Leopoldo
Galtieri, quizás el más incapaz de los
que habían ocupado el cargo, en una
clara situación de debilidad y precariedad.
En el Reino Unido, en cambio, la señora
Thatcher, conocida como la Dama
de Hierro, había alcanzado el Gobierno
en las elecciones del 77 con unas
profundas propuestas de cambio que
se vieron amenazadas por la crisis de
principios de los ochenta y que, según
algunos autores, estaría detrás
de la radical y nacionalista respuesta
que daría a la ocupación argentina
de las islas. Esto, sin duda, reforzaría
el Gobierno tras las elecciones estratégicamente
convocadas, lograda la
victoria, y le permitiría enfocar una
decidida política de privatizaciones y
economía liberal que llega, en la práctica,
hasta la actualidad.
El panorama político en las dos naciones
era claramente distinto, aunque
ambos, en situación precaria,
podían sentirse tentados de hacer
alarde de la bandera para apoyar
desde ella y desde el nacionalismo
la propia acción política. Los acontecimientos,
que en otra situación quizás
hubiesen dado lugar a una simple
crisis diplomática, vinieron maléficamente
a ponerse en una conjunción
desastrosa.
En 1982 el Reino Unido había rebajado
el estatus legal y administrativo de
los pobladores de las islas, y esto fue
interpretado equivocadamente por
la Junta, que, a partir de un incidente
con unos trabajadores argentinos
enviados para desmantelar una vieja
instalación a principios de marzo, decidió
tomar las islas, 2 de abril, creyendo
que, dada la distancia, catorce
mil millas náuticas, los británicos no
reaccionarían.
Al principio pareciera tal cosa, pero,
tras una potente campaña de comunicación
a cargo de la premier Thatcher,
y una vez logrado el apoyo de los norteamericanos,
que proveerían de apoyo
logístico y de inteligencia, las FAS
de la Gran Bretaña se lanzaron a recuperar
las islas —entonces en manos
de un ejército de reclutas mal equipados
y sin un plan de operaciones por
parte de la Junta—, algo que lograrían
para el 14 de junio.
Para marzo
de 1976 un golpe
militar derriba
al Gobierno
constitucional de
María Estela de
Perón, sumiendo
al país en un
oscuro periodo
de represión
en lo social y
en una deriva
hacia el desastre
económico
Tras una fase de despliegue de unos
y otros, el 25 de abril se rinde la guarnición
de las Georgias del Sur. El 1 de
mayo comienzan los ataques sobre
Puerto Argentino. El día 2 de produce
el innecesario —desde el punto de
vista militar— hundimiento del crucero
General Belgrano, que costaría la
mitad de las muertes argentinas del
conflicto. El día 4 la aviación argentina
inutiliza el destructor Sheffield.
Para el 21 de mayo desembarcan los
británicos en Puerto San Carlos con
graves pérdidas, entre ellas la fragata
Ardent, a manos de la aviación argentina,
que también sufre importantes
bajas. El 25 se hunde el Coventry. El
28 las fuerzas de tierra del Reino Unido
avanzan hacia Puerto Darwin. El
30 Argentina afirma, sin confirmación
británica, haber alcanzado el portaviones
Invincible. El día 8 se rechaza
un nuevo intento de desembarco en
Fitz Roy y Bahía Agradable y se hunden
varios navíos británicos. El día 12
caen las últimas defensas argentinas
ante las fuerzas terrestres británicas y
se firma la rendición.
No da la extensión de un artículo para
entrar en los pormenores de la guerra,
sobre la que ya mucho se ha escrito,
pero, quizás, algún detalle pueda
apuntarse sobre la misma. El hundimiento
del Belgrano dio y sigue dando
para muchas teorías sobre quién
y cómo se tomó la decisión, pero, en
cualquier caso, tuvo como efecto inmediato
la entrada en puerto de toda
la flota argentina, que dejó de esta
manera el peso del apoyo a las fuerzas
terrestres y a la fuerza aérea, que
acabaría cubierta de gloria.
La batalla de la comunicación pública
fue formidable y la ganó el Reino
Unido, que en este campo contaba
también plenamente con los Estados
Unidos, con las truculentas historias
sobre la mortal eficacia de los gurkas
como campeón de las historietas,
aunque estos no tuviesen una gran
aportación en los combates. También
la Corona británica apostó por la imagen
del hoy desprestigiado príncipe
Andrés, embarcado con la fuerza expedicionaria
como piloto de helicópteros.
En el espacio aéreo tuvieron gran importancia
los Harrier, desapareciendo
hoy de casi todas las marinas tras
una larga y espléndida vida operativa,
pero serían los Pucará y los Super
Étendard argentinos los que se cubrirían
de gloria junto con los misiles de
factura francesa Exocet, responsables
de los mayores daños hasta que