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misma manera a todos los rincones
del país, lo cual ha podido ser una
causa de que no se hayan alineado los
intereses entre coalición y población.
Los recursos apenas llegaban al mundo
rural, quedándose la mayoría en las
grandes urbes. A este problema hay
que añadir que los que sí lo hicieron
fueron gestionados a la manera afgana,
en un clima de corrupción permanente
en un país acostumbrado a vivir
bajo estos parámetros.
Esta mala praxis en la distribución de
las ayudas provocó una falta de conexión
entre la población, mayoritariamente
rural, y las fuerzas internacionales,
mostrando desde el principio
una carencia total de empatía con las
promesas para el proyecto de construcción
nacional. La coalición no consiguió
ganarse en absoluto el corazón
y las mentes de la población, y menos
aún de la que vivía en las áreas rurales.
El éxito de las operaciones
militares requiere de una
estrategia creíble
Esta operación militar contra los talibanes,
iniciada casi un mes después
del ataque del 11S, estaba llamada al
fracaso, habida cuenta de la aparente
escasa preparación y la estrategia
poco clara para el día después, ya que
fue una respuesta en caliente al ataque
contra las torres gemelas.
A partir de los primeros bombardeos
de la coalición internacional, no
hubo más que continuos cambios de
planes, lo que hacía vislumbrar que
no se estaban alcanzando los objetivos,
y se empezaba a vislumbrar el
fracaso al que se precipitaban todos
los esfuerzos que se estaban llevando
a cabo.
Si Bush se negó a hablar con los talibanes,
los sucesivos presidentes
norteamericanos sí lo hicieron, creyendo
que era la mejor opción para
resolver el problema, o quizás para
salir definitivamente del abismo afgano
algún día.
Los objetivos no fueron en muchas
ocasiones claros ni asumibles y se
sucedieron diferentes estrategias en
terreno afgano sin que ninguna lograra
alcanzar el final deseado.
En 2001 se decidió establecer equipos
de reconstrucción provincial con
el objeto de gestionar la ayuda y ser
capaz de extender la autoridad e influencia
del Gobierno por todo el país.
Las autoridades afganas fracasaron
fundamentalmente por falta de voluntad
y corrupción.
Estados Unidos apostó en 2009 por
una retirada definitiva de Afganistán
a finales del 2014. La Administración
de Obama decidió poner una fecha
definitiva a la finalización de una intervención
que estaba desangrando
las arcas de la economía del país.
Sus compatriotas comenzaron a lanzar
duras críticas por el elevado gasto
económico de la operación y, por supuesto,
por el alto precio que se estaba
pagando en vida humanas, sin resultado
alguno.
Sin embargo, llegado el momento y a
la vista de la situación del país, no tuvo
otra opción que elevar considerablemente
el número de efectivos sobre
el terreno, focalizando los esfuerzos
esta vez en el entrenamiento de las
tropas y en la adquisición progresiva
de responsabilidades para poder
llegar algún día a dar por terminadas
las operaciones militares. La victoria
militar ya se sabía que no era posible,
y había que buscar nuevos caminos
para alcanzar un mínimo de estabilidad
con la que poder salir airoso del
país.
Este cambio de estrategia de los Estados
Unidos para el abandono del país
encerraba un nuevo giro en el rumbo
de su política exterior. Su preocupación
no iba a ser Afganistán, ni mucho
menos Europa, cada vez menos relevante
en la geopolítica mundial.
Tropas españolas de la BRI XVI Canarias en 2013
Cazabombardero FA-18 Hornet de los EE. UU. sobre Afganistán, 2001