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espiritual, no obran igual: «La caridad
cristiana con que tratan los legionarios
a sus prisioneros herirá la suspicacia
de todos los valientes de pega,
cuyo ánimo esforzado los lleva a desear
muchos fusilamientos..., quedándose
ellos, por supuesto, en la retaguardia.
Es de pueblos primitivos y
bárbaros pasar a cuchillo al caído. Mis
legionarios están más afinados y apurados
al fuego del cristianismo. Saben
luchar a muerte; no saben rebajarse
en la crueldad».
He aquí un extracto de una de las misivas
enviadas al Cuartel General de
Franco:
– «Hospital de Sangre de Griñón, 10
Nov. 1936.
– Sr. Gral. D. Carlos Díaz Varela.
– Siento mucho que no todas las razones
de estas le convenzan ni le pareciese
oportuno presentárselas a su
Excelencia. Por una parte, creo conveniente
pueda llegar a oídos del Jefe
del Estado la voz ruda de la verdad, sin
adulaciones, y por otra merece indudablemente
la atención del Jefe del
Estado un asunto en que se juega la
vida de centenares de miles de españoles,
muchos de ellos inocentes.
La sangre que nos está costando la
entrada en Madrid —y puedo hablar
con más libertad por tener una pierna
rota de un tiro— es castigo de Dios
por los crímenes incesantes que se
están cometiendo de nuestra parte.
Hablando con prisioneros he sabido
que no se rinden ni se entregan por
juzgar segura su muerte caso de hacerlo.
Se les ha empujado a la desesperación
y van a morir matando. Vamos
recayendo en la barbarie y se va
cancerando la conciencia del pueblo
al ver tanta muerte con tanta ligereza.
Hasta ahora no se mataba a nadie
sin que antes constase de su culpa;
ahora se hace con tal que no conste
su inocencia, la cual es muchas veces
difícil de probar.
Yo le ruego a Vd. en nombre de Cristo
y de la verdad que hable de esto con
Su Excelencia. Yo no quisiera que me
salpique algo de la sangre derramada
por no haber hablado claro. Hasta
ahora he advertido con prudencia y en
voz baja. Ha llegado la hora de alzar
la voz. No temo a las izquierdas ni a
las derechas, sino solo a Dios, como
mandó Jesucristo.
No le olvida en sus oraciones su afmo.
amigo y capellán.
Fernando de Huidobro, S. J.
Capellán de la IV Bandera del Tercio».
De su celo, valentía y firme determinación
de realizar su labor de la manera
más cristiana posible, hablan muchos
testimonios. Los legionarios confirmarán
en deposiciones posteriores
que el padre saltaba si era necesario,
y a pesar de su herida, a la peligrosa
tierra de nadie para auxiliar a los malheridos
que hubieran quedado en ella,
sin distinción de bando.
Aunque de mala calidad, la fotografía es
elocuente de la actividad del padre Huidobro
durante la guerra. Está oficiando misa
en la primera línea del frente del Jarama;
a la izquierda unos soldados arrodillados
mantienen los fusiles armados y, al fondo,
unos camilleros portan un herido
Orden permitiendo al «Sr. capellán del Tercio» Huidobro reincorporarse a su Bandera
tras la herida recibida en la Casa de Campo