coronel graduado, comandante destinado
al batallón provincial de Tuy.
Poco conocemos de estos últimos días
de su vida y de su muerte y con respecto
a los familiares que le sobreviven10,
fallecida algunos años después de su
muerte su esposa Clotilde según sus
biógrafos y amigos más cercanos,
cuando en 1876 Vidart da a conocer
su propósito de rescatar la memoria de
Villamartín, se erige en portavoz de la
familia una hija de su tío Ramón, su prima,
la laureada poetisa Isabel Villamartín,
pero fallecerá también el 1 de octubre
de 1877. Así que, cuando en 1880
se llevó a cabo el proyectado homenaje
trasladando sus restos al nuevo monumento
sepulcral, el Ayuntamiento de
Cartagena lo pondrá en conocimiento
de su madre y la comisión organizadora
por su parte acuerda entregar el dinero
sobrante de la suscripción popular
llevada a cabo, si lo había, a su madre,
que vivía retirada en Briviesca (Burgos)
abrumada por las enfermedades propias
de su avanzada edad y muy escasa
de bienes de fortuna. Pero es cierto que
cuando en 1888 se celebra la Exposición
Universal de Barcelona y la Inspección
46 / Revista Ejército n.º 976 • julio/agosto 2022
General de Infantería decide
presentar a concurso la obra de Villamartín,
al ser premiada con medalla de
oro y diploma, tuvo que hacer pública la
noticia para que algún familiar pasase a
recoger estos objetos11.
En 1890 el coronel retirado del Ejército,
Virgilio Cabanellas, publica un
folleto titulado Veladas Militares, en
el cual relata algunos episodios de la
vida de Villamartín que, si bien la crítica
acoge no como una completa biografía,
nos ilustra con datos referentes
a la vida familiar de Villamartín, manifestando
tener con él antiguos lazos
de amistad y algo de parentesco12.
En los primeros años del siglo xx se
aprecia una abundante mirada hacia
la figura de Villamartín y en especial a
sus textos, que eran frecuentemente
citados en las conferencias y escritos
que se presentaban en los ambientes
culturales e incluso era texto en los colegios
y academias militares. Aunque
la generación actual solo conoce su figura
por los grabados que le representan
con el glorioso poncho de África y
adornado el rostro con la clásica perilla,
de tal modo que un medio de comunicación
lanzó la idea de que para
contribuir a la necesidad ornamental
del palacio de Buenavista, el mejor
situado de Madrid y el más señorial
como ministerio, pues no tiene nada
que diga que el edificio es eminentemente
militar aparte del busto de Gran
Capitán y el cuadro de Comba en la
escalera principal, por lo que sería de
muy buen gusto el situar en el centro
una estatua que podría ser aquel tratadista
militar que se adelantó a su época
y fue el más castizo publicista y el
más hondo pensador, bien merece un
bronce que perpetúe su inteligencia,
su fino espíritu, su perfecto conocimiento
del alma militar española.
No parece que tuviera mucha aceptación
la propuesta anterior pero el
14 de julio de 1908, enmarcado en
los actos que se celebraban en la tradicional
entrega de despachos de la
nueva promoción de oficiales, que
presidió el rey, tuvo lugar la apertura
del Museo de Infantería en una de las
salas de la Academia y en el centro de
ella se pudo apreciar el busto de Villamartín
y el boceto del proyecto de
monumento que ha donado el diario
La Correspondencia Militar, todo ello
obra del escultor Julio González Pola.
Es el momento, además, en que se publica
la obra de Ibáñez Martín Educadores
de nuestro Ejército, entre cuya
pléyade se exalta la figura de Villamartín
presentándolo a los que no le conocieron
como un oficial, todo talento,
todo originalidad, todo gracia y suave
ironía, como antesala del análisis que
de su obra hace el autor así como después
de una pincelada biográfica terminar
con la queja de que fue la posteridad
más justa que los coetáneos
con este ingenio malogrado y que a él
mismo le ha servido de faro luminoso.
En mayo de 1918 surge en el ambiente
del Centro del Ejército y de la Armada,
especialmente entre los miembros
Francisco Villamartín. Pinacoteca municipal de Cartagena, autor desconocido