¡Qué magníficas cualidades desea el
Adelantado que adornen la figura del
profesional de la milicia! Aun cuando
no siempre sus deseos viajaran parejos
con la realidad.
Siguiendo con esta exposición, el general
Díez-Alegría2, afirmaba:
«En el tiempo actual deben perdurar
los ejércitos nacionales, pero con
mentalidad abierta a lo internacional.
Estos ejércitos deben consagrarse al
desempeño de sus funciones propias
dentro de la Política General del Estado,
sin interferir en ésta más que en
aquellos asuntos institucionales de su
incumbencia. Para ello, sus miembros,
formados en los más altos valores morales,
consagrarán a su profesión una
dedicación y ocupación permanente».
Por su parte John Keegan3, nos dice
al respecto:
«No se podría vivir en un mundo sin
ejércitos. Ejércitos disciplinados, obedientes
y sumisos a la Ley. Los ejércitos
de este tenor son instrumentos y
señal de civilización y sin su existencia
la humanidad tendría que amoldarse
a vivir a un nivel primitivo, o en un caos
sin Ley en el que las masas entrarían
en guerra unas contra otras».
Abundando en esta dirección Muñoz
Alonso4, apostilla sobre el particular,
lo siguiente:
«Las Fuerzas Armadas son, un instrumento
que se puede utilizar para
el bien o para el mal, para la paz o la
guerra, para la defensa o la agresión.
Pero en sí mismas son neutras. Prescindir
del instrumento por la eventualidad
de un mal uso, no tiene sentido».
Empapados con esta filosofía, conscientes
de su responsabilidad y dispuestos
a afrontar los retos que el
futuro les depare, los componentes
de las Fuerzas Armadas deben poner
todo su empeño en adquirir, ejercitar,
desarrollar y transmitir los principios
éticos y las reglas de comportamiento
que emanan de nuestro código deontológico:
las ordenanzas militares que
desde la génesis de los ejércitos, regulan
el comportamiento y buen gobierno
de las tropas. Estas se han ido
adaptando a los tiempos pero el acervo
moral que emana de las mismas
perdura en el tiempo y constituye un
elemento esencial en la formación de
los militares.
Armados moralmente, los profesionales
de la milicia deben de ser conscientes
de que el ejercicio de la misma está
conformado por una urdimbre que se
apoya en una serie de hitos que facilitan
el más exacto cumplimiento del
deber, acrecientan la fe en el proyecto
de vida del grupo de pertenencia y
propician la aceptación de los riesgos
y sacrificios de la profesión.
De entre todos ellos se relacionan los
siguientes:
EL ESPÍRITU MILITAR
Es la base y el motor de la milicia, y
está integrado por el espíritu de cada
uno de sus componentes.
Alguien lo ha definido como: «El conjunto
de virtudes mediante las cuales
el militar anhela y logra alcanzar todo
aquello que es bueno para el Ejército
y a su mayor esplendor y prestigio».
El general Vigón5, lo explicaba como:
«Amor a la profesión, energía, amor a
la gloria, valor, desprendimiento, abnegación.
6 / Revista Ejército n.º 976 • julio/agosto 2022
Sin olvidar la diligencia,
que es el mejor remedio de la tibieza,
ni menos la paciencia, que triunfa
siempre sobre el desaliento nacido de
la fatiga moral. Sin fe y sin entusiasmo
no hay trabajo ni penalidad que bien
se soporte».
En las Reales Ordenanzas para
las Fuerzas Armadas en vigor, se
determina como: «La disposición
permanente para defender España,
incluso con la entrega de la vida
cuando fuera necesario; constituye el
primer y más fundamental deber del
militar, que ha de tener su diaria expresión
en el más exacto cumplimiento
del deber».
En definitiva, constituye la piedra angular
de la profesión y es por la que el
militar siempre estará dispuesto a sobrepasar
sus obligaciones ordinarias.
LA DISCIPLINA
Dice una definición académica que
disciplina es: «observancia de las leyes
y ordenación de una profesión o
instituto». De lo que se desprende que
la disciplina está inmersa en el funcionamiento
normal de la sociedad.
Pero es en la milicia donde alcanza
su máxima expresión, toda vez que la
disciplina militar, en su concepto más
amplio, es la organización de energías
físicas y espirituales, mediante leyes y
preceptos, que tienen como finalidad
el servicio a la patria.
Su santidad el papa Juan Pablo II, en
una visita pastoral a la guarnición de
Cecchignola, realizada el 2 de abril
de 1989, calificaba a la disciplina como:
«característica de la vida militar».
Para Villamartín6, es el concepto central
de la institución y la define como
«la virtud que por sí sola circunscribe
a todas las demás». Esta aseveración
ha sido objeto de debate, pues,
aunque el militar necesite otras virtudes
y la disciplina no es exclusiva del