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Novedades, tendencias
que, a su vez, cambió radicalmente la forma de combatir de los ejércitos y
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nando barreras móviles artilleras y fuegos de
contrabatería, perfectamente coordinados con el
avance de la infantería apoyada por carros...
Entre 1929 y 1941, la Escuela de Artillería
del U.S. Army creó y perfeccionó el sistema del
F.D.C. (Fire Direction Center – Centro de Direc-ción
de Fuegos), que permitía, mediante una
serie de artificios de cálculo, concentrar el fue-go
de múltiples baterías o grupos de artillería
sobre un solo objetivo del que no se disponía de
coordenadas cartográficas precisas, pero desig-nado
por un observador avanzado (OAV)3. Para
conseguirlo, además de los desarrollos técnicos,
(3) HOUSE, Jonathan M., Toward Combined Arms Warfare: A Survey
of 20th Century Tactics, Doctrine, and Organization, Fort Leaven-worth,
Combat Studies Institute, 1984, pág. 75
se dotó de equipos de radio portátiles a todos
los elementos artilleros necesarios, incluyendo
a los OAV, permitiendo el mantenimiento per-manente
del enlace entre los OAV y los medios
de fuego. Gracias a estos desarrollos, durante la
Segunda Guerra Mundial, la artillería se convir-tió
desde los primeros momentos de la interven-ción
norteamericana en la guerra en el elemento
clave del éxito norteamericano. Estos procedi-mientos,
a través de la OTAN y de los acuerdos
bilaterales con Estados Unidos, se extendieron
a todo el mundo occidental, creando nuestro
actual sistema de apoyo de fuegos y, con él,
nuestros métodos de combate interarmas.
De forma similar al caso de la artillería de
campaña antes de la Gran Guerra, estamos en
Durante la Primera Guerra Mundial, la artillería de campaña sufrió una revolu-ción,
dio un impulso decisivo al combate interarmas...
los albores de una revolución similar en la arti-llería
antiaérea. En el caso de la artillería antiaé-rea,
la razón de esta revolución está en el enorme
incremento de alcance de los materiales, com-binada
con la adopción de nuevas tecnologías.
Y, como en el caso de la artillería de campaña
en la Gran Guerra, esta revolución afectará no
solo a la artillería antiaérea, sino que supondrá
un cambio fundamental en la forma de combatir
del conjunto de las fuerzas armadas.
LA ARTILLERÍA ANTIAÉREA
La artillería antiaérea apareció original-mente
como un arma puramente de autode-fensa:
sus materiales (cañones) no permitían
más que proteger (con todas las limitaciones
derivadas de sus rudimentarios medios) cier-tas
unidades o puntos muy concretos del te-rritorio
frente a las incursiones de los aviones
enemigos. Los cortos alcances disponibles (no
más de 4.000 metros), la carencia de medios
eficaces de dirección de tiro y los muchos obje-tivos
vulnerables a las acciones aéreas hacían
que las necesidades de medios antiaéreos su-perasen,
con mucho, la disponibilidad de ellos.
Así, uno de los principales problemas que se
planteaba al artillero antiaéreo era (y, todavía
hoy, es) la priorización de los objetivos a batir
y la distribución de sus siempre insuficientes
medios antiaéreos en su propuesta de empleo.
La aparición de los primeros misiles an-tiaéreos
(Wasserfall, Nike-Hercules...) está
orientada inicialmente a superar dos de los
problemas de los cañones: su limitado al-cance,
especialmente, en altura, y su falta de
precisión. La necesidad de mayor alcance en
altura fue imprescindible desde que aparecen
los primeros aviones de reacción (que pueden
volar mucho más alto que los de hélice), lo
que ocasiona que la artillería antiaérea cañón
se quede irremediablemente anticuada para
luchar contra estos medios: su alcance es in-suficiente
y, dado el elevado tiempo de vuelo
de sus proyectiles, las posibilidades de des-truir
sus objetivos son muy escasas.
El misil alemán Wasserfall (1943), primer mi-sil
antiaéreo. No llegó a entrar en servicio, por
sus elevados costes y por el fin de la guerra. Sir-vió
de base para el desarrollo del Hermes nortea-