Orgánica y Materiales
REFLEXIONES ACERCA DEL FUTURO DE LA CABALLERÍA
Pedro Belmonte Rodríguez coronel de Caballería (Reserva)
¿Qué hacemos con la Caballería?
Es la eterna pregunta. En cada reorganización se plantea qué unidades deben quedar del Arma,
con qué composición (basándose no en las capacidades que deben aportar las unidades, sino en los
números cerrados de personal y material existentes), y casi siempre pensando solo en el reconocimiento
y seguridad.
Habría que replantearse algo que da la sensación que se ha olvidado aun cuando sea evidente:
desde el mismo nacimiento del Arma, y por eso nació, su modalidad para combatir es el combate
montado. La Infantería combate a pie y la Caballería a caballo. Esto es básico y fundamental. Lo
lógico ante una reorganización sería partir de lo más elemental, para después desarrollar un análisis
actualizando misiones y cometidos, medios y posibilidades, y proceder en consecuencia. Sin embargo,
no es así. Como ya hemos comentado, normalmente se tiende a pensar que las misiones de la
Caballería se reducen al reconocimiento y la seguridad, olvidando las grandes maniobras de ala, la
explotación, los ataques decisivos, etc. El combate montado en general. Por tanto, la Caballería es
mucho más. Por si fuera poco, la Infantería combate también a caballo, con los carros de combate,
así que en la práctica nos encontramos con que no se contemplan todas las posibilidades del combate
de la Caballería y, además, la Infantería ha «invadido» parte de sus cometidos.
Las características del Arma, el famoso VEMOFLEFLU -velocidad, movilidad, flexibilidad,
fluidez-, no solo se aplican en un par de cometidos, sino en una gran variedad de ellos y con una
mentalidad aprendida y desarrollada, y no adquirida al llegar a un destino. Es una actitud ante el
combate y todo lo relacionado con su preparación. Los viejos reglamentos de caballería ya decían
que «todo jefe u oficial de caballería basará la rapidez de su actuación no solamente en la velocidad
de sus medios, sino también, y principalmente, en una pronta concepción y decisión y en la elección
de una maniobra sencilla y ágil». Si en el momento de decidir no se tiene interiorizado esto, no se
actuará como demanda la situación.
Como una posible solución se ha acudido repetidamente a la idea de la creación del Arma
Acorazada. Pero la creación de una nueva Arma, que heredaría las misiones y los cometidos tradicionales
que desempeña la Caballería ¿qué resolvería? ¿qué razones hay para crearla? ¿no sería
suficiente con asignar a la Caballería todas sus misiones que le son propias acompañadas con los
medios necesarios para cumplirlas?
Además, si se crea el Arma Acorazada, ¿quién realizaría las misiones de reconocimiento y seguridad
en las grandes unidades ligeras? Fuera quien fuese, actuaría como la Caballería, pero no podría
ser Arma Acorazada. Por lo demás, si ese arma debe tener una Academia donde se formen los oficiales
y suboficiales ¿cuál sería? Otra vez una obviedad. Debería ser la Academia de Caballería, que
quedaría libre tras la desaparición del Arma. De nuevo nos preguntamos ¿hace falta dar ese paso?
También resulta sorprendente la cantidad de oficiales y suboficiales de Caballería que está a
favor de la creación de la nueva Arma Acorazada, pensando que ese es el mejor futuro para la Caballería,
pero, si esta desaparece en favor de aquélla ¿dónde está ese futuro?
Ya en 1981 se llegó a redactar un anteproyecto de ley que contemplaba la creación del Arma
Acorazada, en el que se indica que se integrarían todos los regimientos y grupos de caballería y los
batallones de carros de infantería. Pero, ¿no es más fácil reunir los carros en caballería que crear
un Arma nueva eliminando otra? ¿Por qué no volver a lo esencial, el combate a pie y el combate a
caballo?
38 Memorial de Caballería, n.º 90 - Diciembre 2020