Misión:
elegir el lugar de aterrizaje
para la misión de la NASA
Mars 2020 Angélica Anglés
Doctora en astrobiología y exploración planetaria
Universidad de Hong Kong
Durante años he estado estudiando la cuenca Qaidam, en las montañas del Tíbet, como análogo de
Marte. Es un lugar remoto, árido y sin signos de vida evidente. Allí ni siquiera viven insectos.
Verano tras verano, he recorrido esas montañas con mi equipo de investigación para buscar signos
y pistas que sugieran si hubo o no vida en Marte. Y aunque todavía no sabemos si la hubo,
gracias a esas investigaciones en el Tíbet me invitaron a lo más fascinante (¡y difícil!) que he hecho
en mi vida: formar parte del equipo que eligió el lugar de aterrizaje para la misión de la NASA
Mars 2020. No fue trabajo fácil elegir un lugar de aterrizaje que acomode zonas geológicas
que sugieran tanto la posibilidad de vida preservada como de ambientes habitables antiguos.
Pero al final se tomó la decisión y lo elegimos. Ahora solo queda que la misión aterrice
y que se traigan muestras de vuelta a la Tierra, las cuales se convertirán en el fundamento
para una nueva era de la exploración marciana.
revista de aeronáutica y astronáutica / enero-febrero 2021
136 Mars 2020
Mucha gente me pregunta, ¿por
qué Marte? ¿Qué cambiaría si encontramos
vida en Marte? La búsqueda
y el afán de explorar lo desconocido
están en nuestro ADN. Creo
que llegará un día, no muy
lejano, en el que encontraremos
microorganismos que se
adaptaron a las condiciones
marcianas, e incluso encontraremos
el agua perdida de
Marte, y la utilizaremos para el
desarrollo de un nuevo mundo.
Sin embargo, la razón más
importante para explorar Marte
es que es un paso crucial
para entendernos a nosotros
mismos y a nuestro planeta.
¿Es posible que la Tierra acabe
como Marte? ¿Un planeta desolado
y sin evidencias de vida? ¿O es
la Tierra el único planeta en nuestro
Sistema Solar con vida inteligente?
La exploración del planeta rojo incita
una mirada introspectiva hacia
nosotros mismos y a cómo tratamos
nuestro planeta como nadie más
puede hacerlo, y eso es lo realmente
importante. Marte da la casualidad
que es el planeta más próximo y fácil
de explorar.
Por tratarse de un análogo de Marte,
durante siete años he estado estudiando
la cuenca Qaidam, situada
en las montañas del norte del Tíbet.
Cada verano he viajado a esas
montañas para recoger muestras
que permitieran analizar
la geología de la cuenca y
entender los microorganismos
que viven allí, capaces
de sobrevivir en condiciones
extremas. Hemos analizado en
nuestros laboratorios decenas
de muestras que contienen
microorganismos que sobreviven
en unas condiciones muy
similares a las de Marte. He
sufrido una y otra vez las consecuencias
del mal de altura,
de la sequedad del ambiente, de los
cambios tan extremos de temperatura
en un solo día… pero todo ha valido la
pena. Gracias a los trabajos que he de-