revista de aeronáutica y astronáutica / mayo 2022
nuestro museo 427
Solventados todos los problemas,
se encontraron por fin, ya en Saigón,
ambos pilotos, con sus mecánicos.
En la siguiente etapa, el 26 de abril,
Gallarza tuvo también un accidentado
vuelo de Saigón a Hanói. Allí
tuvieron que esperar tres días a que
Arozamena, su mecánico, superase
una tremenda inflamación bucal producida
por el calor.
El 1 de mayo emprendieron la que
pensaban que iba a ser la penúltima
etapa del viaje, entre Hanói y Macao.
Gallarza aterrizó en un campo de fútbol
de Macao y sufrió un accidente al
esquivar a la multitud que se abalanzó
sobre el avión, que quedó maltrecho.
La reparación duró varios días.
Por otro lado, Loriga tuvo que tomar
tierra en un arenal de la costa
china, cerca de una aldea donde la
población, algunos de ellos piratas
del mar intentaban ayudar a los españoles
y, por otra, trataban de obtener
todo lo que pudiera de ellos. La
astucia y el valor de Loriga les permitió
salvar la vida, comunicándose
con los chinos a través de dibujos y
consiguiendo salir de allí para llegar
hasta Macao en un barco de dudosa
bandera.
Las dificultades y desdichas continuaron
durante días hasta que ambos
ya en Macao decidieron seguir
el raid en el único aparato que quedaba
disponible, el avión de Gallarza,
recuperado con la ayuda de los
portugueses y de la Shell. Volaron
desde Macao hasta Aparri, primera
escala en Filipinas, donde fueron
clamorosamente recibidos.
Aeroplanos del
Ejército de los Estados
Unidos los acompañaron
en la última escala,
entre Aparri y Manila,
ciudad esta última donde
tuvieron un recibimiento
multitudinario.
Pilotado por ambos,
los dos pilotos llegaron
por fin, con el López de
Legazpi (Breguet XIX n.º
29), el 13 de mayo de
1926, a la ciudad de Manila,
capital de Filipinas
Durante los trece
días que permanecieron
en la ciudad recibieron
innumerables
homenajes incluido el
nombramiento de hijos
adoptivos de la misma, ingenieros
honoris causa por la universidad de
Santo Tomás de Manila y que tendrían
su culminación días después, a
su regreso a España.
El viaje de vuelta a Madrid duraría
35 días, cuatro días menos que la duración
de la expedición. A su llegada
a España, Loriga y sus compañeros
fueron condecorados con la Medalla
de la Liga Internacional de Aviadores
y la Medalla de Oro de Ultramar. Además,
recibieron numerosos premios y
reconocimientos de todos los países
en los que habían estado.
Como resumen, antes de abandonar
el presente artículo simplemente
recordar que el raid recorrió 17 100
kilómetros en 18 etapas, realizando
106 horas de vuelo para conseguir
llegar a Manila en el año de 1926, ahí
es «ná», que diría un castizo.
Hora es de despedirse hasta el siguiente
capítulo, en el veremos el
vuelos de la Patrulla Atlántica a Guinea
Ecuatorial, también en el año
1926, otro de los grandes vuelos a los
que homenajea en la última sala, la n.º
4, dedicada a estas grandes gestas,
en el hangar n.º 1 de nuestro museo.
Hasta entonces. n
Portada del libro de Esteve editado por Esapsa Calpe en 1926
Undecima etapa entre Rangýn-Bankok el 22 de abril de 1926