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buque transfiere su peso desde la cama de construcción a la cuna de lanzamiento
para a continuación deslizarse sobre la grada. De esta forma nace la
obra móvil más grande que haya construido el hombre. En ese momento finaliza
el montaje de casi todas las piezas que forman la unidad y nace el buque, al
menos desde el punto de vista romántico. Bueno, romántico y real, ya que
durante el deslizamiento deberá soportar fuerzas, cargas, presiones y aumentos
de velocidad, que en algunas unidades serán los valores más altos de toda su
vida operativa y muchos nunca superarán la velocidad a la que llegaron ese día.
Evolución de los diferentes tipos de botaduras en astilleros
Tradicionalmente en los astilleros españoles se practicaba sobre dos
imadas con el buque apoyado sobre una basada con la proa hacia el mar, por
lo que la botadura se realizaba de proa, de forma opuesta a como se hace en la
actualidad. Se consideraba que la popa, al estar más reforzada, podría soportar
mejor los grandes esfuerzos finales.
Como ejemplo de las botaduras del siglo XVIII se podría destacar la representada
en la maqueta del navío San Juan Nepomuceno de 74 cañones que se
encuentra en el Museo Naval de Madrid. De autor anónimo y fechada hacia
1766, año de su botadura, se trata de un modelo de notables dimensiones, que
muestra al navío en grada con el costado de estribor íntegro y el de babor sin
forrar, incluyendo la cuna de lanzamiento completa, dispuesto para su botadura
en el astillero de Guarnizo (Cantabria).
En aquella época la grada de construcción se ubicaba en un terreno situado
en la ribera y dotado con una pequeña pendiente hacia el mar, sobre el que se
disponían los apoyos necesarios para la construcción de las embarcaciones y
su posterior lanzamiento. Esta pendiente solía prolongarse adentrándose en la
mar, con la longitud necesaria para que el buque quedase a flote.
Figura 2.
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