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Figura 3.
A mediados del siglo XVIII, con la llegada de los constructores ingleses
contratados por Jorge Juan en su viaje a Londres, se adoptó en los astilleros de
los arsenales la disposición en la grada con la popa a la mar, por lo que se
comenzaron a botar los buques de esta manera, práctica que se ha mantenido
hasta la actualidad, salvo algunas excepciones, como en el caso de la plataforma
FPSO (Floating Production Storage and Offloading) Texaco Captain en
Astano en 1996 que, debido a su estructura, decidió botarse de proa, tal como
se aprecia en la imagen de la derecha de la figura 2.
Las principales ventajas del lanzamiento de popa derivan principalmente
del hecho de que en general los calados de los buques a flote tienen asiento
positivo (o sea, son mayores en popa que en proa), y el menor calado a proa
reduce la altura de agua necesaria en el extremo de las imadas para que el
barco quede a flote, lo que reduce o minimiza su saludo.
Por otro lado, la botadura de costado es una alternativa a la longitudinal y
se ha utilizado en zonas de aguas confinadas con reducido espacio disponible
para la parada del buque una vez a flote. En España, este método se usó hacia
la década de los sesenta del pasado siglo por el astillero Tomás Ruiz de Velasco,
situado en Erandio, Vizcaya (figura 4, segunda imagen superior por la
izquierda).
Destacar que aunque la botadura longitudinal sobre imadas en grada inclinada
ha sido la más habitual, principalmente en los astilleros europeos,
también existen otros procedimientos de puesta a flote de buques y unidades
off-shore que ofrecen algunas ventajas específicas en razón de la ubicación del
astillero, la tradición en construcción naval y otras causas. Estos procedimientos
no solo se utilizan en las botaduras, sino también para el mantenimiento de
los buques durante las varadas.
936 Junio