VIVIDO Y CONTADO
para la milicia de los rasgos de su personalidad, cumplía fielmente con sus
obligaciones profesionales.
Siendo del interior, poco sabía de la mar, por lo que experimentó un fuerte
impacto cuando, llegado al muelle, descubrió la mole grisácea del Galicia.
Transcurría el mes de octubre de 2006 y la prensa local de Almería del día 21
informaba: «Dos buques de la Armada, el Galicia y el Pizarro, hacen escala
en nuestro puerto para transportar material del Ejército de Tierra con destino a
Beirut».
En efecto, unidades de este ejército iban a relevar a la Agrupación de
Infantería de Marina que había iniciado la misión en tierra en septiembre, tras
un desembarco administrativo en las playas de Beirut. La mayor parte de los
componentes del relevo viajaba en avión y solo unos pocos lo hacían a bordo
a cargo del material pesado. Entre ellos, Fonsi.
Terminada la carga, con garajes a tope y parte de la cubierta de vuelo
ocupada, el segundo comandante se presentó en la cámara del comandante.
—Adelante, segundo. Pasa y siéntate.
—Comandante, finalizado el embarque de material sin novedad. El contramaestre
está terminando de trincar toda la carga a son de mar.
—Muchas gracias, segundo. La verdad es que ha ido todo muy rápido,
combinando el embarque por la puerta lateral con la grúa. ¿Cuánta gente de
Tierra embarca por fin?
—Veintitrés con el coronel.
—Muy bien. Mantenemos la hora de salida prevista.
—Enterado.
Era el fin de la conversación, pero ambos permanecían en sus sillas.
—¿Alguna otra cosa, segundo?
—Sí, comandante, hay un asunto que te quiero comentar. No es cosa de
entidad, más bien algo anecdótico, pero prefiero que lo sepas. Se trata de...
humm… bueno, de una cabra que pretenden llevar a Beirut.
—Hombre, si son legionarios, parece natural que viajen con su mascota.
—Sí, pero es un poco irregular, porque no consta oficialmente en las relaciones
de embarque. He dejado en el muelle el remolque en el que la traen
hasta hablar contigo.
—¿y embarca gente al cuidado de la cabra?
—Sí, comandante, hay dos legionarios que unen a sus obligaciones normales
la de responsables de la cabra.
—Bueno, pues entonces obviaremos los defectos administrativos por mor
de los usos y costumbres legionarios.
—A tus órdenes, mi comandante.
952 Junio