revista de aeronáutica y astronáutica / noviembre 2020
sobrevolando la II Guerra Mundial 905
incluso hidroaviones Catalina, y,
ocasionalmente, formaciones de
dieciocho o veinte.
Su primera contribución fue ayudar
a contener el avance japonés por
tierra hacia Port Moresby, organizando
un puente aéreo para trasladar
refuerzos desde Australia y, posteriormente,
propiciar el avance de estas
fuerzas, tanto con el ataque a los
japoneses en retirada, como reabasteciendo
desde el aire a las fuerzas
aliadas que empujaban a los japoneses
hacia Buna avanzando por la
senda Kokoda. Para completar este
movimiento organizó un asalto aéreo
a la Misión Wanigela, en la costa
norte de Nueva Guinea, ayudando
de la misma manera el avance de
las fuerzas aerodesembarcadas que,
por la costa, avanzaron también hacia
Buna. Podría decirse que el asalto
aéreo se convirtió en la seña de
identidad de la conquista de Nueva
Guinea, tanto con lanzamientos paracaidistas
como por desembarcos
aéreos en puntos situados en la retaguardia
japonesa. El 5 de septiembre
del 43, trescientos aviones lanzaron
mil setecientos soldados del 503.º
Regimiento Paracaidista para ocupar
Nadzab, donde se preparó una pista
a la que se aerotransportó una división
australiana, que para el 16 había
entrado en Lae. Por el procedimiento
de saltos aéreos sucesivos, siempre
bajo cobertura de la Fuerza Aérea,
en quince días se ocupó el valle del
Markham. La anécdota fue que en
Kaiapit la ocupación fue tan rápida
que quinientos soldados japoneses
entraron desfilando en el pueblo sin
saber que este había cambiado de
manos.
Para conseguir la superioridad aérea
recurrió a bombardeo de los aeródromos
japoneses, valiéndose de
distintas argucias para sorprender a
los aviones en tierra. Estos ataques
eran en masa, combinando el bombardeo
desde altitud mediante bombarderos
pesados, con el rasante
con los bombarderos medios. En el
ataque contra mar impulsó la técnica
del bombardeo rasante por rebote,
tanto con los B-17 como con los
bombarderos medios, instalándoles
hasta ocho cañones de fuego frontal
para hostigar a los objetivos durante
la aproximación al punto de suelta
de las bombas. El general Kenney, se
propuso como reto el conseguir que
las fuerzas que intervinieran en los
numerosos desembarcos por mar
que se efectuaron en este teatro lo
pudieran hacer con el fusil al hombro,
Lockheed PV-2 Harpoon
para lo que, antes de cada desembarco,
empleaba sus limitadas
fuerzas de forma concentrada en los
días previos e inmediatamente antes
de la llegada de las fuerzas a tierra.
Esto exigía que la operación se realizara
siempre dentro del alcance de
las Fuerzas Aéreas y fue la necesidad
de asegurar dicha protección la que
terminó dictando la estrategia y el
ritmo del avance.
La capacidad de la 5.ª Fuerza Aérea
para encontrar soluciones a cualquier
problema que se presentara
se convirtió en proverbial, ya fueran
problemas técnicos o problemas
tácticos, como el reabastecimiento
desde el aire, incluso en condiciones
de vuelo sin visibilidad, de las
fuerzas de tierra, o el transporte de
cualquier cosa que se necesitara, ya
fueran piezas de artillería desmontadas,
empleando bombarderos B-17,
incluso lanzándolas en paracaídas
con sus servidores, o trasladar camiones
para acelerar los trabajos de
preparación de aeródromos, por el
procedimiento de cortar los chasis y
soldarlos en destino. Como ejemplo
de la creatividad en este teatro consiguió
que la industria australiana
fabricara depósitos lanzables para
aumentar el radio de acción de sus