como el romano, es decir, todo lo que
situé al pragmatismo por encima del
heroísmo.
Maquiavelo
casi siempre
apunta al militar
de principios y
mediados de la
República romana
como base
Cuando el teórico florentino se imagina
un ejército silencioso más preocupado
por la comunicación de las
órdenes que los gritos de ánimo, el
flemático Washington parece encarnar
ese deseo. Como general, el primer
presidente no se avergonzará de
cumplir los preceptos maquiavélicos
de desplegar todas las estratagemas
posibles dirigidas a engañar y desgastar,
puesto que solo así se podían
tejer pacientemente las victorias que
el incipiente país necesitaba como
combustible emocional en forma de
patriotismo, todo en pos de la supervivencia
estatal. La seguridad de la
sociedad requiere una milicia, la ciudadanía
armada; la versión americana
de la nación en armas.
El descendiente de europeo había
adaptado muchas tácticas del amerindio:
el valor de la sorpresa y el sigilo
hicieron que la invisibilidad y el uso
del territorio hostil parecieran integrados
en el comportamiento americano
desde el principio. Es verdad que este
planteamiento maquiavélico materializado
fue volteado durante la guerra
de Vietnam.
En general, el florentino estaría satisfecho
ante la versión americana del
acuartelamiento y de buena parte de
la utilización del terreno como defensa
natural.
He aquí el marine, personificación del
soldado ideal de Maquiavelo, un bien
equipado y mejor preparado individuo,
Portada del libro Del arte de la guerra, de Nicolás Maquiavelo
más disciplinado que impetuoso, el
cual solo entra en combate si la situación
10 / Revista Ejército n.º 965 • septiembre 2021
lo hace inexorable. Conoce a
su enemigo, a quien vence con constancia
y paciencia, aunque en guerras
preferentemente cortas y decisivas,
pues, al igual que el soldado español
de la Edad Moderna que el autor de El
príncipe admiraba, se curte en las más
remotas regiones del globo.
CONCLUSIÓN
Evidentemente, la corta obra de Maquiavelo
no se puede enlazar con la
doctrina militar ni con todo el dilatado
material escrito para desarrollar las
Fuerzas Armadas estadounidenses,
tampoco con cada una de las operaciones
llevadas a cabo por estas, por lo
cual aquí solo se ha intentado sobrevolar
aspectos generales que, no obstante,
impregnan cierta esencia común.
Desde los comienzos contra el inglés,
el americano absorbe tanto la iniciativa
ajena como la disponibilidad propia;
es decir, ya en la guerra de Independencia
la estrategia estadounidense
se muestra principalmente defensiva
y mucho de su historia militar ha seguido
esa estela: desde el atrincheramiento
de Andrew Jackson en la
batalla de Nueva Orleans de la guerra
anglo-estadounidense de 1812 a
las tácticas del general Ridgway en el
frente estabilizado de Corea.
La superpotencia estadounidense se
irá formulando al complementar la acción
diplomática y militar a través de
la fortaleza de una seguridad alcanzada
por su carácter reactivo; disuasión
que se desenrollará mediante diversos
conceptos: represalia masiva,
respuesta flexible o capacidad de réplica,
y que con la doctrina McNamara
llegará a su cúspide cuando se comprende
que el objetivo de la superioridad
nuclear ya no es suficiente; el mayor
escudo posible es la capacidad de
destrucción asegurada. «Las necesidades
pueden ser muchas, pero ninguna
es más fuerte que la que obliga
a vencer o morir»3.