En segundo lugar, se observa que la
alarma sobre las capacidades rusas
de guerra electrónica ha sido impulsada
en gran medida por suposiciones
o afirmaciones procedentes, muchas
de ellas, de medios de comunicación
poco fiables, sobre las capacidades
de dichos sistemas. El ejemplo más
claro es el caso ya mencionado del
destructor USS Donald Cook. Del mismo
modo, se han detectado versiones
contradictorias y de distinto alcance
sobre la capacidad real de la familia
de sistemas Krasukha, afirmando que
serían capaces de cegar por completo
y en un radio muy elevado los sistemas
electrónicos aliados.
Sin embargo, esto no significa que el
impulso ruso a sus capacidades de
guerra electrónica no presente desafíos
para la Alianza. En un contexto de tensiones
derivadas a conflictos satélite,
en los que no siempre es fácil determinar
(al menos con la celeridad requerida)
la atribución de los ataques o el empleo
de proxies, ¿no debería ser motivo
de preocupación la existencia de países
vecinos con una clara desventaja tecnológica
respecto a Rusia, aunque los
países de la OTAN no sean ellos mismos
tan vulnerables? ¿No se trata, en la
práctica, de una brecha de capacidades
«satélite» que permite a Rusia avanzar y
promover sus intereses?
McDermott, aunque niega categóricamente
que Rusia disponga de sistemas
lo suficientemente potentes
como para, en su tamaño actual, ser
altamente disruptivos para las capacidades
aliadas, sí confirma que es capaz,
con sus dimensiones actuales,
de utilizarlos para generar serios trastornos
en las operaciones de su enemigo.
Así, podríamos considerar que
la mitad del objetivo inicial ruso se ha
conseguido, siendo la generación de
una ventaja asimétrica en el aspecto
táctico mediante la aplicación de una
tecnología específica. Kjellén llega a
predecir que, en un escenario de conflicto
directo entre la OTAN y Rusia,
las primeras señales de conflicto en
curso se manifestarían en el espectro
electromagnético, ya que, para el Kremlin,
este dominio es donde la OTAN
se percibe más débil.
NOTAS
1. Téngase en cuenta que este concepto,
28 / Revista Ejército n.º 965 • septiembre 2021
originalmente utilizado para
definir las estrategias que estaba siguiendo
China para negar el acceso
a la primera cadena de islas, no
permite explicar con detalle el enfoque
ruso. En sentido estricto, Moscú
ha desarrollado un complejo de
reconocimiento y ataque (Razvedyvatel
no-Udarnyy Kompleks o RUK).
Concebido por la Unión Soviética
en la década de 1980, un RUK consiste
en una amplia gama de sensores
y vectores capaces de identificar
las fuerzas enemigas y lanzar
ataques de precisión a largo alcance.
Un RUK se situaba dentro de
una burbuja de defensa aérea que
protegería los componentes más
preciados de un potencial ataque
enemigo. Las fuerzas de maniobra,
las unidades navales o de defensa
de costa también participarían en la
defensa de esta «burbuja» en caso
de necesidad. Además, también es
importante tener en cuenta que los
avanzados sistemas de defensa aéreos
integrados (IADS) al estilo occidental
tampoco pueden asimilarse
a la vertiente antiaérea de esta
burbuja.
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Putin se dirige a sus tropas en la base de Khmeimim