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A MODO DE PRÓLOGO
ENTRAÑABLE Y LAUDATORIO
Integraban la pequeña guarnición del
blocao de Dar Hamed una sección
reducida formada por 17 soldados
de la Brigada Disciplinaria más un
cabo y un suboficial, al mando de un
joven teniente de infantería formado
en las aulas del imperial Alcázar toledano,
reforzada in extremis, y dado
el férreo ataque del enemigo con
efectivos muy superiores en número,
por un pelotón de 15 legionarios
de segunda del Tercio de Extranjeros,
al mando del legionario de primera
Suceso Terrero López. Y, si bien
la actuación de todos los defensores
del blocao sin excepción hemos de
calificarla de heroica, séame permitido
resaltar la figura de Suceso Terrero
López, un modestísimo soldado
de primera al que, muertos todos sus
superiores durante la épica defensa
(el teniente, el suboficial y el cabo), y
de conformidad con lo dispuesto en
el vigente reglamento de campaña,
le correspondió tomar el mando de
los pocos defensores que aún quedaban
en condiciones de defender
la posición. Sin haber pasado por las
aulas de una academia militar (durante
el cumplimiento de su servicio
militar había sido artillero 2.º), nadie
le había enseñado a Terrero los preceptos
sublimes del artículo 21 de
nuestras antiguas «Órdenes Generales
para oficiales», en el que, con
laconismo castrense, se expresa que
«El oficial que tuviere orden absoluta
de conservar su puesto a todo coste,
lo hará»; y sin embargo, el valor, la
decisión y el arrojo que demostró en
la defensa del blocao, hasta ser este
destruido por los cañones de la artillería
rifeña, causando su muerte y
la de los pocos defensores que aún
quedaban con vida, son cualidades
todas dignas del mayor encomio.
En recuerdo emocionado a los héroes
que hace ahora cien años sucumbieron
defendiendo el blocao de Dar Hamed,
van dedicadas las siguientes líneas.
¡Honor y gloria imperecedera a
todos ellos!
ANTECEDENTES GENERALES
ALUSIVOS A LA DEFENSA DEL
BLOCAO DE DAR HAMED
Corría el mes de septiembre de 1921.
Eran los días duros y difíciles de este
inicio del otoño septembrino en tierras
de Melilla, donde el Ejército español
expedicionario en la zona oriental
de nuestro antiguo protectorado se
iba reponiendo, poco a poco, del gravísimo
quebranto sufrido tan solo dos
meses antes con el llamado Desastre
de Annual, pagado a tan altísimo precio
como fue la vida de 10 000 españoles,
junto a los casi 600 prisioneros
(de los que solo sobrevivirían la mitad)
que, pendientes de conseguir un sustancioso
rescate, aún gemían cautivos
de Abd el Krim, en las mazmorras
del Rif.
El mando, ansioso de vengar la ofensa
recibida y dar cristiana sepultura
a los cuerpos de nuestros soldados,
que aún yacían insepultos calcinados
por el ardoroso sol africano, había ordenado
que una importante columna
militar al mando del general don José
Sanjurjo Sacanell, y cuya vanguardia
estaría formada por las Fuerzas Regulares
y el Tercio de Extranjeros,
partiese de Melilla y se adentrara en
tierras del protectorado para dar así
inicio a la acción de reconquista del
territorio perdido en la desgraciada
campaña del mes de julio de ese mismo
año 1921.