Krasukha-2
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décadas gracias a su superioridad informativa,
posibilitada por el «sistema
de sistemas» que contribuyó a la
RMA, la guerra en red que fundamentó
la transformación y las operaciones
multidominio que informan su adaptación
futura. Sin embargo, su capacidad
para recopilar, procesar, difundir
y explotar más información, más rápido
y mejor que sus oponentes, también
se ha convertido en su principal
debilidad. Por ello, no es de extrañar
que países como Rusia, incapaces de
competir simétricamente con Estados
Unidos, exploten esta dependencia
de forma asimétrica. Una de las
muchas respuestas que plantea Moscú
es la mejora de sus capacidades
de guerra electrónica. Por otro lado,
este desarrollo también forma parte
de la estrategia disuasoria con la que
Moscú amenaza el equilibrio estratégico
europeo oriental. En este sentido,
las capacidades de guerra electrónica
pueden considerarse como
una capa más (junto con los radares
de largo alcance, las defensas aéreas
multicapa y los sistemas de ataque de
precisión de largo alcance) que puede
contribuir a alterar el cálculo estratégico
aliado. Por su naturaleza, la guerra
electrónica también puede contribuir
al dominio de la escalada y, sobre
todo, ser utilizada en la zona gris para
explotar la dependencia electromagnética
de las sociedades avanzadas.
En este caso, es poco probable que
se utilicen de forma aislada, más bien
se hará como parte de la guerra informativa
en el contexto de estrategias
multidimensionales.
En este sentido, es importante reflexionar
acerca de si las capacidades
de guerra electrónica rusas justifican
la interpretación de que suponen una
amenaza casi existencial para la seguridad
europea. Basándonos en lo descrito
anteriormente, y siguiendo las
conclusiones alcanzadas por los principales
estudios y fuentes analizados,
se puede afirmar que nos encontramos
en una situación intermedia entre
la ausencia total de riesgo para la
OTAN y la situación de grave riesgo
percibida desde algunos sectores.
En primer lugar, uno de los argumentos
que se detectan con frecuencia
a la hora de denunciar la peligrosidad
y el riesgo que supone la inversión
rusa en capacidades de guerra
electrónica se basa en la supuesta
novedad de dichos sistemas. Desde
este punto de vista, Rusia estaría invirtiendo
grandes sumas de dinero en
el desarrollo de capacidades de este
tipo, que le otorgarían un carácter
pionero en la evolución de dicha tecnología.
Además, lo estaría haciendo
con la suficiente eficacia y rapidez
como para disponer de importantes
actualizaciones en sus sistemas y
poder probar algunos de ellos en el
conflicto del este de Ucrania y otros
diferentes y más evolucionados en el
conflicto sirio. Si bien es cierto que
Rusia está apostando claramente por
el desarrollo de sus capacidades de
guerra electrónica, no es tan evidente,
a tenor de los sistemas cuyo despliegue
en Ucrania y Siria se ha hecho
público, que el ritmo de desarrollo
tecnológico y de producción de estos
sistemas sea tan elevado y eficiente.
De hecho, como afirma Kjellén, no se
conoce ningún caso de un sistema de
guerra electrónica desplegado en Siria
que no hubiera sido probado antes
en Ucrania, aunque los enviados
a este país probablemente incluían
mejoras derivadas de las lecciones
aprendidas de despliegues anteriores.
Aunque muchos de estos desarrollos
hayan contribuido al shock
experimentado por el Ejército estadounidense
tras la invasión rusa de
Ucrania, no significa que Washington
haya olvidado la guerra electrónica en
el desarrollo de sus capacidades futuras.
Quizás el ejemplo más claro de
ello sería el proyecto NEMESIS (Netted
Emulation of Multi-Element Signature
against Integrated Sensors),
un sistema de sistemas de guerra
electrónica con el que Estados Unidos
podría generar flotas fantasmas
para degradar la A2/AD china.