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de Sahagún entre Castilla y León especificaba
que este territorio estaba
reservado para la expansión leonesa,
aunque los firmantes minusvaloraran
la potencia del nuevo poder
almohade. No se había contado con
el reino de Portugal, por lo que Alfonso
Henriques, su primer rey, no vería
con malos ojos incursiones particulares
de sus guerreros en territorios
musulmanes autoasignados a León.
El dinámico rey portugués siempre
andaba escaso de fuerzas de su poco
poblado reino, por lo que la ayuda de
unos aventureros, a mitad de camino
entre guerreros y bandoleros, pero
que no le costaban nada, sería bienvenida,
mientras que estos contarían
con cierta protección real2.
Durante esta fase de su carrera guerrera,
Geraldo disponía de poca gente.
No tenía mesnada propia, como el
Cid, ni relaciones que le permitieran
disponer de un número elevado de
guerreros. Su objetivo final, una vez
que desarrolló la idea del señorío, era
la ciudad de Badajoz, cabeza de todos
los territorios situados al sur del
Tajo dentro de la actual Extremadura.
Geraldo no disponía de medios para
intentar un ataque directo, cosa muy
difícil incluso para un rey debido a las
dificultades para obtener y mantener
una nutrida hueste durante el tiempo
necesario para el desarrollo de
las operaciones.
Era rara la toma de una ciudad
fortificada por asalto, como
ocurrió con Jerusalén durante
la primera Cruzada, pues requería
muchos combatientes y
equipo de asedio para formalizar
el cerco, disponer de fuerza
suficiente para dominar las fortalezas
adyacentes y estar dispuesto
a sufrir muchas bajas, además de
la posibilidad de tener que levantar el
cerco por la causa que fuera.
Mucho más frecuente era emplear
una táctica de aproximación indirecta
para tomar cualquier plaza
importante, sobre todo en la
Alta Edad Media3. Dicha táctica
consistía en la realización de
sucesivas campañas que iban
dominando las fortalezas del territorio
sobre el que la ciudad en
cuestión ejercía su influencia política
y económica, causando hambre
e inseguridad, hasta que, aislada, se
procedía al cerco y ataque, devastando
el terreno a su alrededor, provocando,
en caso de un resultado positivo,
la rendición de la ciudad. Como
ejemplos tenemos la toma de Valencia
por el Cid o la de Sevilla en 1248.
También podía ser tomada una plaza
por un ataque por sorpresa, como
ocurrió con Córdoba, en 1236, o por
traición, como Antioquía durante la
primera Cruzada, o ambas, pero se
necesitaba un refuerzo inmediato
con fuerzas superiores, generalmente
solo a disposición de reyes y grandes
potentados.
Para los pasos previos al dominio del
extenso territorio y su núcleo central,
Geraldo no disponía ni siquiera de
fuerzas para tomar por asalto una fortaleza
pequeña, un castillo, que protegiera
la ciudad y ejerciera su influencia
en una zona de terreno. Solo le seguían
una pequeña cantidad de partidarios,
quizá, al principio, unas decenas de
guerreros4, y no podía permitirse iniciar
una cabalgada para que el castillo
en cuestión tuviera tiempo de recoger
bienes y habitantes en su interior. Por
lo tanto, para dominar esas fortalezas
periféricas lo más práctico era valerse
de la sorpresa. Geraldo, si hemos de
hacer caso a Andrés de Resende5, había
hecho uso de esta táctica durante
su primer hecho de armas conocido, la
toma de Évora, donde, personalmente,
subió a una torre de vigilancia y dio
muerte a los encargados, un hombre
y una mujer.
Una vez cruzada la delgada línea que
separaba el bandidaje de la actuación
bajo la relativa protección real, Geraldo
encontró la palanca para hacer
saltar las defensas periféricas de lo
que pensaba sería su futuro señorío.
Para tomar su objetivo final utilizaría
una táctica de aproximación indirecta,
como se ha dicho, la más frecuente
en la época, pero, hasta que dispusiera
de medios suficientes, intentaría
tomar las fortalezas mediante golpes
de mano, que requerían menos personal
y material, aunque difíciles de ejecutar,
más exigentes para sus propios
guerreros y con unas necesidades específicas
que enseguida se verán.
Como se enumerará, los asaltos de
Geraldo a fortalezas musulmanas fueron
numerosos y poco espaciados en
el tiempo.
Localización de las acciones de Geraldo Sempavor en el siglo xii