Esta parte del proceso es imprescindible
si los robots tienen que entender
los comandos emitidos como palabras
en lugar de órdenes mecánicas
procedentes de un ordenador.
La visión final, la de la cooperación
humano-robot, tendrá que esperar
hasta que las máquinas puedan escuchar
las sesiones informativas o, al
menos, escuchar las órdenes. Y luego,
cuando llegue la orden, los robots
y los humanos podrán entrar en acción
sin problemas, trabajando hacia
el mismo propósito y capaces de
comunicarse a través de la palabra en
lugar de sólo teclas y órdenes de «tablets
101
».
The military wants their robots
to be better listeners por Kelsey
D. Atherton en www.popsci.com
NADIE VERIFICA LA PROLIFERACIÓN DE LAS «BIOARMAS»
Los científicos están logrando un progreso
espectacular en la modificación
genética de los organismos. Esto
significa que se investiga también sobre
patógenos de bioingeniería para
usos medicinales y, como toda parte
buena tiene su contraparte mala, hay
que decir que las técnicas de estas
investigaciones pueden ser usadas
para la creación de armas biológicas
letales. La relación tan cercana entre
los diferentes usos que tienen estas
investigaciones ha dado pie a la especulación
de que el coronavirus SARSCoV
2 fue diseñado mediante bioingeniería
en el Instituto de Virología de
Wuhan (China) y que posteriormente
se «escapó» por un accidente en dicho
laboratorio.
La pandemia de COVID-19 abre el debate
sobre el control de las armas biológicas.
Y es cierto que el mundo ya
tiene una base legal para prevenir la
modificación genética con fines bélicos:
la Convención de Armas Biológicas
de 1972. Desafortunadamente,
las naciones no han podido ponerse
de acuerdo sobre cómo fortalecer el
tratado. Algunos países llevan a cabo
investigaciones y almacenamiento de
armas biológicas violando el acuerdo
internacional. Bajo la convención, 183
naciones han acordado no «desarrollar,
producir, almacenar, adquirir o
retener» materiales biológicos que
pudieran usarse como armas. También
acordaron no almacenar ni desarrollar
ningún «medio de entrega»
para usarlos. El tratado sí permite la
investigación y el desarrollo con fines
médicos. Sin embargo, el acuerdo carece
de un mecanismo para verificar
que los países estén cumpliendo con
estas obligaciones y son varios los
factores que dificultan la verificación
del tratado de armas biológicas.
Primero, los numerosos tipos de instalaciones
que investigan y producen
agentes biológicos, como vacunas,
antibióticos, vitaminas, pesticidas biológicos
y ciertos alimentos. También,
la posibilidad de producir grandes
cantidades de ciertas armas biológicas
rápidamente, con poco personal
y en instalaciones relativamente pequeñas.
Por tanto, los programas de
armas biológicas son más difíciles de
detectar para los inspectores internacionales
que los programas nucleares
o químicos que, normalmente, requieren
grandes instalaciones, personal
numeroso y años de funcionamiento.
Un proceso de verificación de armas
biológicas efectivo requeriría que las
naciones identificaran una gran cantidad
de instalaciones civiles. Los inspectores
tendrían que vigilarlos periódicamente.
El seguimiento tendría
que ser intrusivo, lo que significa el
acceso con poca antelación a las instalaciones
conocidas y sospechosas.
Por otro lado, el desarrollo de defensas
de armas biológicas, según lo permitido
por el tratado, generalmente requiere
trabajar con patógenos y toxinas peligrosas.
Por lo tanto, distinguir los
programas legítimos de biodefensa de
las actividades ilegales de armas biológicas
a menudo se reduce a la intención,
y la intención es difícil de verificar.
Desde la administración Clinton, las
naciones no han hecho ningún esfuerzo
serio por establecer un sistema de
verificación para la Convención de Armas
Biológicas. Incluso con los asombrosos
avances que los científicos han
logrado en ingeniería genética hay pocas
señales de que los países estén interesados
en retomar el problema. Y
esto es especialmente cierto en el clima
actual de acusaciones contra China
y la negativa de este país a cooperar
plenamente para determinar el origen
de la pandemia de COVID-19.
Bioweapons research is banned
by an international treaty
but nobody is checking for
violations por Gary Samore en
www.phys.org
Ricardo Illán Romero
Teniente coronel de Infantería