Sargento al mando de su pelotón durante un ejercicio táctico
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beneficiosa para nuestro ejército.
Sin embargo, no lo fue para nuestro
sargento, que, por mor de la misma,
pasó a formar parte de las clases de
tropa y perdió la condición de oficial
que hasta entonces había ostentado.
Asimismo, ve obstaculizado su paso
al cuerpo de oficiales al establecerse
las pruebas de nobleza para el ingreso
en el mismo. Además, las misiones
que en la nueva organización se
les asignan propician su declive profesional,
toda vez que las mismas se
circunscribían básicamente al mantenimiento
del orden, policía y disciplina
de la tropa.
El Reglamento de 15 de diciembre
de 1760 crea el empleo de sargento
primero y divide las clases de tropa en
dos categorías: las de primera, para
cabos y soldados, y las de segunda
para los sargentos.
En las Ordenanzas de Carlos III, publicadas
el 22 de octubre de 1768, en lo
concerniente a las clases de tropa se
introducen algunas modificaciones,
de entre las cuales podemos destacar
las siguientes:
• En relación con el empleo de sargento
primero, y a pesar de que el
Tratado II de las Ordenanzas les
dedica un amplio espacio, sus misiones
están equiparadas a las del
segundo, aunque, para ser justos,
debemos recordar que, en uno de
sus artículos, el 5.º concretamente,
dice: «Los sargentos segundos
estarán en todo, subordinados al
primero, y en falta de este, en cada
compañía hará sus funciones el
más antiguo de segunda clase en
ella».
• Sobre los sargentos en general se
legisla que respetarán las funciones
de los cabos, dormirán en sus
compañías y se recogerán a las
horas señaladas para la tropa. Para
los sargentos primeros se dispone
que auxiliarán al capitán en todo lo
relacionado con el detalle y contabilidad
de la compañía.
• Con respecto a los ascensos, seguirían
rigiéndose por el principio
de elección del capitán de la compañía;
pero será el sargento mayor
quien efectuará el examen de aptitud.
Las variaciones en sus condiciones de
vida militar, así como su capacitación
profesional, durante el siglo de la Ilustración
y la primera mitad del xix fueron
casi inexistentes, hecho que produjo
descontento y frustración entre
los sargentos, que se veían abocados
de por vida a una situación de escaso
relieve profesional y social. Esto
no fue obstáculo para que siguieran
realizando sus oscuras misiones de
paz y penosos deberes de guerra con
la lealtad, disciplina, valor y espíritu de
servicio que los caracterizaba.
Esta situación se trató de superar con
la creación de las bases para una ley
de ascensos de tropa, que sería desarrollada
por la Real Orden de 20 de
julio de 1885. Las ideas que subyacen
en la misma pretenden dignificar el
empleo de sargento y darle una mayor
profesionalidad, al menos al sargento
primero, y una formación adecuada
para el cumplimiento de sus misiones.
Esta establece la escala única para los
sargentos primeros de infantería y se
organiza un escalafonamiento general
de los mismos, por lo que ascenderían
con ocasión de vacante, y desaparecen
las escalas particulares de
los cuerpos.
Asimismo, con la intención de diferenciar
al sargento primero del segundo,
se marcan para el primero algunas
misiones específicas, de entre
las cuales reseñamos las siguientes:
• Ser responsable de todos los detalles
concernientes al régimen
interior, así como de la disciplina,
subordinación y conducta de la
tropa.
• Nombrar el servicio diario de la
tropa.