TEMAS PROFESIONALES
afectados por el movimiento en la mar, no tardaron en hacerse populares en los
buques (3) y pasaron a ser una herramienta imprescindible para el marino de la
época. Al final de esta era comienza el desarrollo de los relojes mecánicos; pero
sus prestaciones no llegan a ser notables hasta el siglo XVII, momento en el que
las principales potencias europeas comienzan su lucha por la hegemonía de los
nuevos territorios conquistados de ultramar y el comercio marítimo con estos.
El problema era bien conocido, se necesitaba conocer el tiempo a bordo para
poder determinar con suficiente precisión la longitud y, por tanto, practicar una
navegación más segura y eficiente. Muy a menudo, pequeñas variaciones en
tiempo, incluso de unos pocos segundos (4), significaban la diferencia entre la
vida y la muerte; como así le ocurrió a sir Cloudesley Shovell en 1707, en una
zona de bajos próxima a las islas Sorlingas al suroeste de Inglaterra, en la que
cuatro buques de su flota acabaron hundidos, pereciendo casi 2.000 hombres.
Todo ello supuso un gran aguijonazo en la moral británica, que no tardó en
reaccionar impulsando la búsqueda de una solución definitiva, que finalmente
se encontró —a pesar de las reticencias de los astrónomos de la época, que
rechazaban todo aquello que no estuviese basado en el firmamento y sus cuerpos
celestes— con el desarrollo de un artefacto mecánico, el cronómetro marino (5).
Es entonces cuando comienzan a construirse los primeros observatorios
astronómicos, como el de Greenwich, el de París y el de Cádiz. El motivo era
doble: dotar a sus marinos de conocimientos en Astronomía a la vez que se
establecían referencias de tiempo en tierra que permitían a los buques cercanos
calibrar sus cronómetros marinos. Desde entonces, el tiempo siempre ha estado
ligado a los astrónomos, que proveían de una referencia —la propia rotación de
la Tierra—, y a los maestros relojeros en su afán de materializarla, perfeccionando
así sus artefactos de medida.
Uno de los elementos clave de estos observatorios eran los relojes de péndulo
de precisión, también conocidos como «guardatiempos», al ser sistemas capaces
de proporcionar la hora entre observaciones. Su uso se generalizó con el paso de
los años, y a principios del siglo XX aparecieron los péndulos eléctricos,
caracterizados por funcionar en un ambiente estanco a presión constante. Así, en
1920 se recibe en San Fernando el primer péndulo de estas características, de la
firma Clemens Riefler, que fue instalado en una sala con las paredes forradas en
corcho para aislarlo de las variaciones de temperatura. Estos relojes acumulaban
(3) El uso del reloj de arena, junto a la corredera, propició el cálculo de la velocidad de una
embarcación y la navegación por estima.
(4) Un error de cuatro segundos en tiempo puede acarrear una inexactitud en el cálculo de la
longitud de hasta una milla náutica.
(5) Destacar a John Harrison y su mítico H-4, realizado en Inglaterra en 1759. Este reloj, similar
a uno de bolsillo de grandes dimensiones, se retrasó tan solo cinco segundos después de una
navegación de ochenta días, lo que a la postre le hizo gran merecedor del premio de 20.000 libras
establecido por el Decreto de la Longitud de 1714.
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