TEMAS GENERALES
Norris tras la quema de los molinos, hizo que el «almirante» embarcase a las
tropas y se hiciera a la mar el 18 de junio, sin decidir todavía si ir a Inglaterra
o a las Azores.
La batalla naval
El 19 de junio por la mañana, Martín de Padilla se hizo a la mar con nueve
galeras en persecución de la flota enemiga, que se dirigía hacia el cabo San
Vicente. Antes de alcanzar a los ingleses, otras seis galeras, mandadas por
Alonso de Bazán, se sumaron a la fuerza española. Padilla era un experto y
avezado marino, pues había luchado en el Mediterráneo contra turcos y berberiscos,
así como contra corsarios ingleses en el Atlántico y el Estrecho. A poco
de salir a la mar, los españoles se toparon con dos buques extranjeros apresados
que habían conseguido escapar de Drake, y que fueron dirigidos a Lisboa.
Uno era francés y otro flamenco; el primero llevaba 70 ingleses a bordo y el
segundo 50. Tras interrogar a los prisioneros se dedujo que la flota inglesa se
dirigía a Cádiz. El adelantado, pues, puso rumbo sur mientras en Lisboa se
aparejaban 15 carabelas con hombres y munición para reforzar las Azores.
Una suave brisa del norte ayudó a los remeros de los buques españoles en
su navegación hacia el sur durante el resto del día y parte de la noche, de tal
manera que tres horas antes del amanecer del día 20 las galeras se encontraron
en medio de los dispersos buques de la Armada inglesa, que sumaban unos
200 incluyendo las presas hechas recientemente. Padilla envió un esquife a un
buque de Drake con un capitán inglés católico, Eduardo Grecio, para averiguar
los planes del enemigo. Si bien Grecio no pudo enterarse de las intenciones
del inglés, al menos informó al adelantado de la poca disciplina de las
dotaciones, así como de su mal estado de salud y baja moral.
Las galeras no eran buques idóneos para batirse con los galeones, ya que
solo tenían, por término medio, cinco cañones en proa y otros dos en popa, y
si apuntaban la proa al costado de un buque fuertemente artillado llevaban las
de perder. La única solución era atacar la popa de los buques enemigos y
batirlos de enfilada, con lo cual las balas de cañón iban de popa a proa
sembrando muerte y destrucción. Dado que el viento estaba en calma, Padilla
aprovechó la oportunidad que le brindaban sus remos y maniobró con siete de
sus galeras para atacar a los buques enemigos por la popa. Estas galeras eran
la capitana, donde arbolaba su insignia el adelantado; La Patrona, con Andrés
de Atienza a bordo, más La Peregrina, Serena, Leona, Palma y Florida. El
fuego español, tanto de cañón como de los mosquetes y arcabuces, barrió las
cubiertas de los buques enemigos causando numerosas bajas, entre ellas
las de los capitanes Caverley y Minshaw (este último abrasado con su
buque): «… y quando descubrieron el armada enemiga la fueron cañoneando…
que avia muy poco viento y pudieran hazer mucho daño en ella quema-
504 Octubre