plantea desde el punto de vista de un ciudadano
cualquiera, es decir, no se enfoca en base a
estudios realizados por organizaciones internacionales.
Sin embargo, todas estas ideas y hechos
que aparecen en el libro se pueden contrastar y
apoyar en diferentes informes y estudios profesionales.
Imagen de archivo de combatientes talibán en algún punto del sur de Afganistán – REUTERS
Tal y como relata el autor, la sociedad afgana
es machista y patriarcal, en la que no encontrar
un marido supone un fracaso para la mujer. Para
la mayor parte de la población, la mujer debe
estar casada con un hombre del que depender
económicamente mientras ella se dedica al cuidado
de la casa y los niños. La situación más extrema
fue durante el régimen talibán (1996-2001).
Sin embargo, Karima, una fi sioterapeuta afgana
que trabaja para la Cruz Roja en su país, durante
la entrevista con Antonio Pampliega nos abre los
ojos:
Han pasado más de quince años de la caída
del régimen talibán. Nadie nos obliga a llevar
el burka. ¿Y? Eso es lo único que ha cambiado.
Seguimos siendo esclavas de una sociedad
machista y patriarcal que trata a las mujeres
como ciudadanas de segunda, pero desde
Occidente habéis lavado vuestras conciencias
porque ya no nos obligan a llevar burka.
Pues muy bien… (p. 94)
La discriminación se puede observar andando
simplemente por la ciudad, donde apenas hay
mujeres que no vayan acompañadas por sus maridos.
La tasa de suicidios de las mujeres afganas
es mucho mayor a la masculina, y la causa principal
son los malos tratos en el seno familiar y la obligación
de casarse con hombres, normalmente
mucho mayores, que simplemente las compran
a las familias. Además, los maridos se consideran
con el derecho para rociar a las mujeres con gasolina
y prenderles fuego, los conocidos como
“crímenes de honor”, si consideran que su esposa
le está siendo infi el. Otro indicador que permite
analizar la discriminación sufrida es el número de
niñas que hay en las escuelas respecto a la de los
niños: un informe publicado en 2019 determinó
que el 60% de los menores no escolarizados eran
niñas y en algunas regiones llegaba a ser hasta el
85%2. Cada vez hay más mujeres que luchan por
la igualdad en el país pero aún tienen por delante
un largo camino por recorrer.
Sin embargo, la discriminación no es solo hacia
las mujeres. Afganistán está compuesta por varias
etnias: tayicos, pastunes, uzbecos, turcomanos,
baluchis y hazaras. De entre todas ellas, los pastunes
han sido los que más fuerza han tenido dentro
del país. Desde el punto de vista demográfi co son
unos 40 millones de personas en total, aunque en
la actualidad solo unos 13 millones residen en suelo
afgano, pues el resto principalmente vive en
Pakistán. Aun así, son aproximadamente un 40%
de la población total de Afganistán y, en algunas
etapas de su historia han sido más de la mitad de
la población. Por otro lado se pueden encontrar
etnias minoritarias que son gravemente discriminadas
y perseguidas, tal y como cuenta un hazara
de nombre Shukrullah: “Los hazaras hemos
sido, históricamente, ciudadanos de segunda. No
ha habido época en la historia de este país en la
que no nos haya tratado de eliminar algún otro
grupo étnico” (p.74). La persecución de esta minoría
se fundamenta en su pertenencia a la rama
chií del Islam, lo que les convierte en víctimas de
la represión de los talibán, Al Qaeda y grupos extremistas
sunitas como Estado Islámico, que los
denominan “herejes”. Esta discriminación sistemática
a ciertos grupos étnicos ha contribuido a
la continua inestabilidad del país.
Agosto - 2020 Armas y Cuerpos Nº 144 19