Juan Ximénez Donoso. Elevación del Palacio de Santa Fe de Bogotá (Colombia), para los virreyes, 1775.
(Instituto de Historia y Cultura Militar, Madrid)
Para la enseñanza, el Director debía elegir los
Tratados más útiles de las matemáticas, escribiendo
a partir de ellos las materias como si fuesen
suyas, para fi nalmente dar a cada Ayudante los
cuadernos con los temas a impartir. Por su parte,
los Académicos tenían que ir provistos de papel,
tinta y lápiz, “y lo demás que se necesite para
escribir la lección, y de quince en quince días la
pondrán en limpio, haciéndola ver a su respectivo
Maestro”.
La Ordenanza, por último, detallaba el plan
de estudios Clase por Clase. Una vez terminada
cada Clase o Curso, los Académicos que aprobaran
el examen realizado por el Director, pasaban
a la siguiente. Los que no superaban la prueba, si
la causa del suspenso fuese enfermedad u otro
accidente, podían repetir la Clase desde el principio,
y aquellos que no hubiesen demostrado el
sufi ciente aprovechamiento, eran despachados
a sus Regimientos. Al termina la Segunda Clase,
no todos los aptos pasaban a la Tercera, ya que
“como no todos tendrán la inclinación de proseguir
con los estudios necesarios a un Ofi cial Ingeniero,
o de la Artillería, se restituirán a sus Cuerpos,
llevando una Certifi cación para que se les atienda
a su mérito de Academista en las vacantes
del Exército”. La Cuarta Clase estaba destinada
a la enseñanza del Dibujo, Arquitectura, y a la redacción
de proyectos de obras civiles y militares.
Todos los Academistas que acababan el 4º
Curso aptos, recibían “una Certifi cación”, para
que, “restituyéndose a sus Regimientos, estén
prontos para cuando Yo tuviere a bien emplearlos
en otros fi nes de mi Real Servicio, o en los Cuerpos
de Ingenieros, o de Artillería”. Para ingresar
en los Cuerpos citados, los solicitantes debían pasar
un examen de sufi ciencia ante la Real Junta
de Fortifi cación los primeros, y ante la de Artillería
los segundos.
A mediados del Siglo XVIII, se acometen unas
reformas generales del ejército que afectarían a
la enseñanza militar. En primer lugar, los Artilleros
lograban sus propias Academias, separándose
de la de los Ingenieros, al aprobarse en octubre
de 1751 la creación de las Escuelas de Matemáticas
de Artillería en Barcelona y Cádiz. Esta separación
exigía una regulación de los estudios
para los Ingenieros del Ejército, máxime cuando
se habían abierto dos nuevas Academias para
estos últimos, una en Orán (1732), y otra en Ceuta
(1739). En consecuencia, se publicaba la “Real
Ordenanza de 29 de diciembre de 1751, para la
Subsistencia, Régimen, y enseñanza de la Real
Academia Militar de Matemáticas, establecida
en Barcelona, y las particulares de Ceuta, y Orán,
al cargo y dirección del Cuerpo de Ingenieros,
para la enseñanza de los Ofi ciales, y Cadetes del
Exército”.
En la nueva Ordenanza el profesorado aumentaba,
formado por el Director, más cinco
Ayudantes, todos Ingenieros. Los estudios seguían
constando de cuatro Clases, “las tres primeras
para enseñar en ellas los Tratados, y asuntos de
la Ciencia, y la Cuarta para el Dibujo”. Respecto
al número de Académicos, se elevaba a sesenta
por Clase, de ellos cuatro Caballeros particulares
y el resto ofi ciales y cadetes del ejército, escogidos
en los Regimientos en función a sus conocimientos
y aptitud para las Matemáticas. Los alumnos
no podían ser nombrados en cualquier servicio
por los coroneles de sus Regimientos, y “durante
su existencia en la Academia, se les suministrará
Agosto - 2020 Armas y Cuerpos Nº 144 55