mica hasta Anchorage, un vuelo interno dentro
de Alaska hasta Nome y, posteriormente, un helicóptero
hasta la isla Little Diomede. Para poder
visitar la isla, además, hace falta una Carta de
Invitación del Consejo de sabios Inuits, ya que los
esquimales son los habitantes originales de estas
tierras. Nos alojamos en la escuela que hay en la
isla Little Diomede y en la que viven no más de
80 inuits. A diferencia de las travesías anteriores,
aquí la logística deja mucho que desear, tuve
que convencer a varios esquimales para que me
dieran cobertura a bordo de una de las escasas
embarcaciones que hay en la isla. Los esquimales
son una sociedad de cazadores, dependen de
la caza para sobrevivir y, si el día que hay buenas
condiciones para realizar el cruce a nado ellos
consideran que es mejor salir a cazar no te van a
dar cobertura.
Durante los días previos a la travesía vimos pasar
ballenas jorobadas nadando rumbo al océano
Ártico, comimos en casa de los esquimales
carne de oso polar y de foca, vimos cómo venían
de cazar morsas que despellejaban y despiezaban
en el puerto y poco a poco, cada día que
pasaba, nos íbamos integrando cada vez más en
la comunidad. Ahora, es un mar oscuro, denso,
frío, con fuertes corrientes, donde se cierne la niebla
y donde no terminaba de imaginarme cómo
iba a hacer para cruzarlo nadando. Por fi n, tras
varios días de espera, una mañana amaneció
sin viento. Sabía que ese era el día, incluso había
soñado con ello, no podía haber llegado hasta
este rincón del planeta y marcharme sin intentarlo.
El 13 de septiembre me sumergía en las gélidas
aguas del estrecho de Bering y comenzaba la
travesía. La sensación de abandono es absoluta,
nadando en el fi n del mundo, y la barca de los
inuits cada vez más lejos. No sé si estaban persiguiendo
focas o buscando la date-line, pero me
llega a ocurrir algo y allí no se hubiera enterado
nadie. Llevo un traje de neopreno sencillo, de
3 milímetros, como los que se usan en España y
el resto del mundo en las carreras de natación
en aguas abiertas. He entrenado la resistencia a
la hipotermia nadando en el Cantábrico con el
agua a 10ºC y duchándome con agua fría, pero
todavía hay mucha diferencia hasta los 3ºC, está
al borde de la congelación. Se trata de un estrecho
poco profundo, apenas tiene 50 metros de
profundidad, si hay un animal debajo está muy
cerca. Intento relajarme y disfrutar de estar nadando
en los confi nes del mundo, no estoy disfrutando,
en ocasiones la mente te sabotea, te
hace querer parar. Pero un indomable espíritu de
superación y una búsqueda de la excelencia me
empujan a culminar la travesía. Veo la orilla, doy
unas últimas brazadas y toco de nuevo tierra al
borde de la congelación, con la sensación de
que no podría haber dado ni una brazada más.
La tercera travesía de la Expedición Nemo, y la
unión de Asia con América, estaba completada.
Pero un indomable espíritu de superación
y una búsqueda de la excelencia me
empujan a culminar la travesía. Veo la orilla,
doy unas últimas brazadas y toco de nuevo
tierra al borde de la congelación,
con la sensación de que no podría haber
dado ni una brazada más
Bering strait. Septiembre 2018
Agosto - 2020 Armas y Cuerpos Nº 144 67