Se podría pensar que no es cuestión de tamaño
y que el descenso de recursos humanos puede
compensarse por su calidad, adaptabilidad
y cualifi cación, pero todo apunta a la relevancia
creciente del peso geopolítico de los grandes
gigantes demográfi cos, y es que la potencia
poblacional de un estado o de una asociación
pluriestatal sigue siendo una de las tarjetas de
presentación más valoradas para posicionarse
en el contexto internacional.
Otro dato a tener en cuenta es la disimetría
de la evolución de la población española con las
áreas de capital interés estratégico. Mientras que
las proyecciones apuntan a una Europa que, en
conjunto, será la única área geopolítica que verá
disminuida su población absoluta en los próximos
treinta años, el África subsahariana soportará en
ese mismo período el mayor incremento mundial,
un 86%, con especial incidencia en la franja del
Sahel, donde según la Estrategia de Seguridad
Nacional 2017 “se concentran desafíos y amenazas
que traspasan fronteras y están interrelacionados
entre sí, además de intereses económicos
y energéticos relevantes para España”6. Y en
cuanto al Mediterráneo norteafricano, las proyecciones
estiman un crecimiento hasta 2050 del
51% alcanzando los 371,5 millones de habitantes,
correspondiendo a nuestros vecinos inmediatos
46,0 millones a Marruecos y 61,0 a Argelia, territorios
que son “una prioridad estratégica para España
por su proximidad geográfi ca, su relevancia
política y cultural y el potencial de sus relaciones
económicas y comerciales. También lo es por las
posibles implicaciones directas e indirectas para
la Seguridad Nacional, al concentrar varias amenazas
y desafíos a la misma”7.
Una sociedad envejecida
España ha experimentado con retraso respecto
al resto de Europa Occidental los cambios de
la estructura por edades característicos de las sociedades
desarrolladas, pero con una evolución
más rápida y con efectos más pronunciados. En
poco más de cuatro décadas, la combinación
de bajos valores de natalidad y de mortalidad y
un notable aumento de la supervivencia ha incrementado
el índice de envejecimiento, indicador
que muestra la proporción de personas de
65 años en adelante por cada cien menores de
16. Pues bien, éste índice ha pasado de 35 hace
cuarenta años a ser de 125 en 2019; es decir: por
cada menor que no ha cumplido 16 años, 1,25
mayores han alcanzado y superado los 65. Un
cambio en el que corresponde el papel fundamental
a las satisfactorias condiciones que han
logrado para los españoles una esperanza de
vida al nacer de 83,1 años y de 21,0 a la edad de
65. Consecuentemente a todo lo anterior, nuestro
país ha pasado de ser relativamente joven hacia
1980, con una media de edad de 33,5 años,
a elevar este valor hasta los 43,6 años actuales (la
media mundial es de 30,0).
Pero estos indicadores van a peor según las
proyecciones demográfi cas del INE al estimar
que en el horizonte 2050 la edad media de los
españoles podría ser de 48,3 años, y el índice de
envejecimiento se dispararía hasta 230, acercándose
la esperanza de vida a los 90 años, mientras
que la mortalidad, aun manteniéndose en valores
bajos, crecerá hasta una tasa del 11,9‰ (número
de fallecimientos/mil habitantes) por la mayor
cantidad de ancianos de edades más elevadas.
Ya no se trataría solo de una sociedad con más
viejos que niños, sino de una sociedad sobreenvejecida,
próxima a lo que se ha dado en califi
car de invierno demográfi co, con una tasa de
dependencia de casi un tercio de la población
superando los 65 años (Cuadro 1).
Indicadores 2020 2050
Índice envejecimiento
125 227
Población ≥ 65 / <16
Esperanza de vida al nacer (años)
Hombres 80,3 86,6
Mujeres 85,8 90,1
Esperanza de vida a los 65 años (años)
Hombres 19,2 23,5
Mujeres 23 26,9
Edad media (años) 43,6 48,3
Tasa de mortalidad (‰) 9,1 11,9
Tasa de dependencia
% Población ≥ 65 años 19,6 31,1
Cuadro 1. Indicadores de envejecimiento Fuente: Datos INE y elaboración propia
46 Armas y Cuerpos Nº 144 ISSN 2445-0359