como las fuerzas anfibias anglo-holandesas (UKNLAF) e hispano-italianas
(SIAF), lo que asegura cohesión doctrinal, factor este crítico en operaciones
anfibias y con aspiraciones de llegar a mayor integración a nivel europeo con
la iniciativa anfibia europea (European Amphibious Initiative), que ha de
incluir las dos brigadas francesas.
Europa, pues, según se desprende de estos datos de manera más fehaciente
que lo que puedan indicar las declaraciones políticas, y como sospechábamos,
ve su papel en el ámbito mundial como dispensador de soft power en vez de
como potencia dominante, pero, tal vez desmintiendo una primera impresión,
respaldada por una potencia considerable si el soft power no fuera suficiente
(aunque no podemos sino expresar dudas sobre la voluntad de emplearlo, que
a la luz de la experiencia de los últimos años solo parece manifestarse cuando
existe un claro liderazgo de los Estados Unidos), al tiempo que trata de proteger
el tráfico marítimo, que es la base de su prosperidad. En pocas palabras,
Europa es más fuerte de lo que cree.
La claridad del retrato no oculta que, con los mismos recursos, se podía
haber alcanzado mucho mejor resultado en esas líneas de haber tenido
mayor coherencia entre los programas navales nacionales, demasiado a
menudo inconexos —a pesar de los ejemplos de cooperación citados, significativos
pero poco numerosos en comparación con el total— y por tanto
ineficientes si se consideran desde el punto de vista colectivo, y que por ello
aún queda mucho camino por recorrer hasta alcanzar la deseable situación
en que las decisiones sobre esta crítica materia sean consensuadas y compartidas
entre los aliados y miembros. Es preciso señalar que el procedimiento
de la OTAN Defence Planning Capability Survey (DPCS) tiene precisamente
ese objetivo, pero resulta absolutamente inoperante, ya que tiende a
aplaudir lo que las naciones de todos modos pretenden hacer y a ignorar los
factores industriales.
Para ello habría que proporcionar una narrativa geopolítica que sirviera de
guía para focalizar los esfuerzos en la obtención de unas fuerzas que inevitablemente
tendrán que operar juntas, y esa narrativa está hoy ausente de nuestros
documentos-guía. Así, la Estrategia Global de la Unión Europea (EGUE),
que debiera ser uno de los principales, tiene una considerable carencia en este
aspecto: considérese la guía que proporciona a los diseñadores de los planes
estratégicos en las marinas de los países europeos un documento que mezcla
defensa con seguridad, y las amenazas deliberadas con riesgos accidentales o
naturales (cita como peligros que amenazan a nuestros ciudadanos el terrorismo,
las amenazas híbridas, la volatilidad económica, el cambio climático y la
inseguridad energética) (5).
TEMAS PROFESIONALES
(5) Shared Vision, Common Action: A Stronger Europe. A Global Strategy for the European
Union’s Foreign and Security Policy, p. 9.
2020 1025