VIVIDO Y CONTADO
El dilema vino con la embarcación de fibra, que era demasiado robusta
para ser hundida. Una vez vacía de inmigrantes, embarcamos mi binomio y
yo en ella para separarla del barco, y estábamos meditando qué hacer con
ella cuando el Tornado recibió información de una patera que se hundía a
unas pocas millas de allí. El comandante contactó con nosotros para saber si
podíamos remolcarla, ya que tenía que dirigirse hacia la otra lancha y, como
no podía ser de otra manera, le contestamos que nos las apañaríamos.
El problema era que aquella embarcación, aunque mucho mejor que la
otra, tampoco tenía dónde hacer firme el remolque. Ni un cáncamo. Ni una
sola cornamusa. Remolcarla al costado había probado ser un método tedioso y
hasta peligroso, y su mayor tamaño podía complicar aún más la maniobra.
Tocaba improvisar. Y la solución, dado lo estrafalario de la situación, no podía
ser muy convencional: mi binomio y yo nos dimos un paseo bajo las estrellas
en una patera proveniente de África, con la sola compañía de una RHIB del
barco unas yardas por nuestro través. La mar estaba como un espejo —lo que
explicaba la repentina oleada de inmigrantes— y, poco a poco, fuimos
probando el nuevísimo fueraborda de la embarcación para volver a acercarnos
al Tornado. Cualquiera me hubiese dicho que mi primer mando iba a ser una
patera…
Recogida de náufragos. (Fotografía facilitada por el autor).
1068 Diciembre