VIVIDO Y CONTADO
Unos minutos después del regreso de francos, la megafonía nos reclama:
«Oficiales, cámara de oficiales». Mi primera reacción es de desconcierto.
¿Habremos suspendido algún ejercicio que no esperábamos? ¿Tendremos que
quedarnos en Cartagena para recuperarlo?
El comandante no se anda con rodeos. En cuanto estamos los siete, incluido
el segundo comandante, nos da la noticia: hay una oleada masiva de pateras.
Salvamento Marítimo y la Guardia Civil están desbordados y han pedido
auxilio a la Armada. El almirante de Acción Marítima nos ha dado la orden de
salir. A todos se nos pasa por la cabeza que no es nuestra zona de responsabilidad
y que no estamos activados. Pero no se oye ni una mosca. Hay vidas en
juego; no hay más que hablar.
El comandante hace dos preguntas rápidas: «¿qué nos hace falta?»,
«¿tenéis alguna pega?». Las respuestas son concisas. El enfermero tiene prioridad.
Hace falta algo de material y, a través del Centro de Operaciones y
Vigilancia de Acción Marítima, conseguimos que la Cruz Roja nos traiga unos
kits con mantas, zapatillas, etc. Como en todas las cámaras, en el Tornado
solíamos burlarnos del poco trabajo que tenía el enfermero. En las horas
siguientes, Mario demostró lo que valía.
En menos de cinco minutos la sesión estaba concluida. Es la reunión más
eficiente a la que he asistido. Cada uno nos fuimos a preparar nuestra parte: el
segundo a hacer malabares con la distribución de personal, el jefe a asegurarse
de que todo estaba listo para salir a la mar y yo a buscar a mi contramaestre.
Las embarcaciones se iban a hinchar a trabajar y teníamos que ingeniar algo
para subir a los inmigrantes a bordo.
Salida a la mar
Tan solo treinta minutos después de la hora prevista de salida hacia Las
Palmas, largamos amarras. Mientras nos separamos del muelle, el patrullero
Formentor nos pasa por delante enfilando el faro de Navidad. Es la otra mitad
de la fuerza de respuesta de la Armada para esa noche. Por capacidades y por
antigüedad de los comandantes, el almirante lo ha puesto a nuestras órdenes.
Si hubiera tenido tiempo para pensar, mi comandante se habría dado cuenta de
que lo acababan de «estampillar» a comodoro.
Teníamos un plan, más o menos. Los BAM son barcos con dotación reducida
y están pensados para trabajar con el apoyo de un Equipo Operativo de
Seguridad de Infantería de Marina. Pero aquella noche no podíamos contar
con la inestimable ayuda de nuestros aguerridos compañeros. Esto dificultaba
aún más la labor del segundo. Debíamos poner dos embarcaciones en el agua,
personal de cubierta para manejarlas, un grupo de recepción de inmigrantes
(toma de datos y control médico) y algo de personal de seguridad. Íbamos a
1064 Diciembre