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130 JOSÉ MARÍA GONZÁLEZ LANZAROTE
Dada la fortaleza que, sobre todo debido a su situación, presentaba
el castillo y las posibilidades que tenía de observación sobre la llanura, el
rey Ordoño decidió que su mejor opción era hacer salir a los defensores,
suponiendo, acertadamente según los acontecimientos, que desconocían el
tamaño real de la hueste cristiana. Para ello mandó a una partida numerosa,
pero que ofrecía posibilidades de éxito a los defensores de la fortaleza en
un combate abierto, a correr el campo situado entre el castillo de Alanje y,
probablemente, la sierra de Peñas Blancas. En la parte NW de dicha sierra
debió dejar a cubierto de las vistas al grueso de su fuerza. Debían acabar con
los enemigos, si estos caían en la trampa, y penetrar en el castillo, no dando
tiempo a los supervivientes y guardas a organizar la defensa. Los acontecimientos
debieron transcurrir tal y como los habían previsto los leoneses,
pues cuando los bereberes de Alanje vieron a la partida cebo enviada por el
rey saqueando y destruyendo sus campos y, suponemos, comprobaran que
no venía nadie más, salieron de la fortaleza enardecidos para acabar con
ellos, bajo el mando de su jefe Ibn Rashid. Alcanzaron a los algareros y comenzaron
a combatir con ellos cuando el grueso de la fuerza leonesa salió de
su escondite tras la sierra, envolviéndolos y cortando la retirada hacia Alanje.
Superados, los defensores debieron intentar replegarse, pereciendo casi
todos en el empeño. Además, los que habían quedado en la fortaleza intentaron
ayudar a los que habían salido al llano al ver su desesperada situación.
De nada les valió pues los leoneses también atacaron el castillo, entrando en
el mismo posiblemente junto con los aterrorizados restos de los Baranis y,
una vez dentro, dieron muerte a todos los defensores, incluido Ibn Rashid, y
capturaron a sus mujeres e hijos. Tan solo se salvó alguno que pudiera huir.
Después arrasaron la fortaleza.
Con esta acción, la cabalgada podía considerarse ya como exitosa,
pero el rey no quería irse sin una afirmación delante de lo que, en principio
había sido el principal objetivo de la campaña, así que, desde Alanje, se dirigió
a Mérida, acampando en el extremo del puente romano, en la orilla izquierda
y dando frente a la alcazaba. Evidentemente, y ante la imposibilidad
de asaltar o asediar la fortificación, el rey no deseaba saquear las viviendas
de la ciudad, no muy ricas ni numerosas en la época, si bien podía amenazar
con destruir todo lo que no estuviese protegido por las murallas. Se conformaría
con un tributo, por lo que prohibió más combates ni incursiones, no
haciendo caso incluso a las provocaciones de los defensores. A Muhammad
ben Tayit, gobernador de Mérida, le resultó fácil llegar a un acuerdo con Ordoño
II, aceptando éste como regalo un corcel pura sangre con silla y brida,
suponemos que con incrustaciones de plata todo ello, lo cual pudo presentar
el rey como muestra de sumisión. No era un tributo tan escaso como nos
Revista de Historia Militar, 131 (2022), pp. 130-142. ISSN: 0482-5748