LOS FORTINES DEL MIEDO. NULES Y EL RÍO MULUYA... 147
del río Cinca constituía una de las líneas defensivas más imponentes que
habían construido los republicanos hasta la fecha. Pese a todo, Franco descartó
esa línea de progresión y, ciñéndose a lo dispuesto en su directiva de
mediados de marzo, ordenó alimentar la ofensiva al sur del Ebro y avanzar
hacia el Maestrazgo y la costa levantina, con el objetivo primigenio de
llegar al mar.
El 15 de abril, los soldados pertenecientes a la 4.ª División de Navarra,
integrada en el Cuerpo de Ejército de Galicia al mando del general
Aranda10, llegaban a las playas de la localidad castellonense de Vinaroz y
cumplían así la orden del generalísimo de alcanzar el Mediterráneo y aislar
a Cataluña del resto del territorio dominado por la República. El golpe
infligido a esta, demoledor, se antojaba definitivo. Sobre todo, si se sabía
aprovechar la ventajosa situación y se explotaba el éxito eficazmente. Así,
mientras el punto de ruptura fue ensanchándose durante los siguientes días
y los sublevados ocupaban todo el margen derecho del río Ebro, a Franco le
tocaba decidir qué hacer para, en palabras de Alfredo Kindelán, jefe de las
fuerzas aéreas y uno de sus más preclaros generales, «poner fin a la guerra
en breve plazo»11.
La opciones eran claras: recuperar el proyectado avance sobre Madrid,
abortado por la ofensiva republicana sobre Teruel o, quizá, la más
oportuna en aquellos momentos, emplear la enorme masa de maniobra desplegada
en el Ebro y en el Cinca que, constituida por las mejores unidades
franquistas, podía converger expeditamente sobre el corazón de Cataluña y
eliminar la última frontera terrestre que mantenía la República con Europa.
Pese a los argumentos que favorecían la segunda opción, el generalísimo, en
contra de la opinión de algunos de sus generales más cercanos, se decantó
por una tercera opción: Valencia.
10 Antonio Aranda Mata (1888-1979), el mayor de diez hijos, nacido en el municipio madrileño
de Leganés en el seno de una familia humilde, ingresó en la Academia de Infantería
de Toledo, de donde salió con el empleo de segundo teniente en 1906. Diplomado
posteriormente en Estado Mayor, destacó como oficial de dicho Cuerpo en la Campaña
de Marruecos, de donde, al igual que otros oficiales de la época, saldría colmado de medallas,
ascensos por méritos de guerra y una gravísima herida que estuvo a punto de costarle
la vida. Participó en la campaña de Asturias de 1934 y poco después fue nombrado
Comandante Militar de Asturias. En la capital asturiana le sorprendería la sublevación
militar que daría origen a la Guerra Civil, a la que se adhirió, después de deshacerse de
varios miles de mineros a los que dotó de algunas armas y envió a Madrid. La defensa de
Oviedo, cercada por decenas de miles de milicianos republicanos, le granjeó su ascenso
a general y la Cruz Laureada de San Fernando, máxima condecoración española al valor.
En noviembre de 1937, Franco le puso al mando del denominado Cuerpo de Ejército de
Galicia.
11 KINDELÁN DUANY, Alfredo: Mis cuadernos de guerra. Editorial Planeta, Barcelona,
1982, p. 157.
Revista de Historia Militar, 131 (2022), pp. 147-196. ISSN: 0482-5748