![](./pubData/source/images/pages/page254.jpg)
1870. LA ANEXIÓN DE ROMA POR EL EJÉRCITO ITALIANO 253
y la partida del capitán Orero pusieron en alerta a la población. Y todos los
habitantes, sin distinción de clases, se concentraron a las seis y media de la
tarde en la plaza de San Francisco en ademán amenazador. A voces pedían
que no se consintiese el bombardeo porque iba en perjuicio de la ciudad,
ya que ni un solo proyectil de los cañones de la plaza podía alcanzar a los
buques. Tanto el cónsul español como el francés fueron rodeados por la
multitud para pedirles que acudiesen a ver al comandante de la plaza para
evitar la catástrofe. Cosa que ya habían hecho en dos ocasiones. Dejemos
que sea el cónsul español quien nos cuente cómo se desarrollaron después
los acontecimientos.
(…) tuve tiempo Escmo. Sr. de convencerme de que el pueblo en general
se hubiese opuesto por la fuerza y esto mas creible cuanto que me constaba
había deposito de armas, municiones y granadas á lo Orsini, tambien el Sr.
Coronel Serra estaba enterado de esto, y á mayor abundamiento pude saber
de él, que el dia anterior el capitán Comandante de artillería le presento su
dimisión, desapareciendo de la plaza, al mismo tiempo se supo que la tropa
indígena estaba unida al pueblo, por lo que no le quedaban que los zuavos
para hacer frente al enemigo, conflicto que este antiguo oficial pudo en parte
vencer, y las tropas todas estaban al parecer decididas á batirse, pero la agitación
de la tarde, en la cual estuvo espuesto á perecer envuelto por algunos
grupos, le mostraron la gravedad de las circunstancias, en vista de todo lo
que dejo espuesto, á las ocho de la noche fue convocado el consejo de defensa,
el que decidio después de horas de conferencia la rendición de la plaza47.
Estas circunstancias fueron decisivas para que el teniente coronel Serra
entregase la plaza. Pero no al margen de la decisión del consejo de defensa,
como da a entender Beauffort. En su opinión, no ofrecer un mínimo
de resistencia, cuando la importancia de la plaza, las órdenes recibidas y el
honor militar así lo exigían, es difícil de explicar, y el pretexto de humanidad
no fue más que una justificación para cubrir la debilidad de Serra48.
Vigevano también le acusa de debilidad, si bien atenúa su decisión
alegando que se encontraba muy enfermo, como lo confirma el tratamiento
médico que recibió durante el medio año siguiente49.
Aunque la mayor parte de los autores al mencionar este episodio no
entra en valoraciones sobre la decisión del teniente coronel Serra, no pocos
lo consideran un punto negro en el límpido horizonte del Ejército pontificio,
47 AHN., Ministerio de Asuntos Exteriores, Legajo SS-1222, Civitavecchia, 22-9-1870 (nº
12), el cónsul al encargado de negocios de España.
48 BEAUFFORT, R.: Op. Cit., pp. 149-151.
49 VIGEVANO, A.: Op. Cit., p. 357.
Revista de Historia Militar, 131 (2022), pp. 253-288. ISSN: 0482-5748