1870. LA ANEXIÓN DE ROMA POR EL EJÉRCITO ITALIANO 251
sobremanera41. El comandante militar de la plaza, teniente coronel José Serra,
convocó el consejo de defensa, el cual manifestó su resolución de defender
la plaza como correspondía al honor militar y a las órdenes recibidas.
Por la tarde los cónsules extranjeros se reunieron para deliberar sobre una
nota que les había enviado el teniente coronel Serra notificándoles la resolución
tomada. En representación de ellos acudieron a verle los cónsules de
Francia, Austria, Prusia y Noruega, entregándole un comunicado en el que
se le instaba a evitar el desastre de la población. La respuesta que les dio es
que tenía orden de defender la plaza y así lo haría.
El día 15 surgen algunos hechos que hacen dudar de la total lealtad de
las tropas indígenas. A ello contribuyeron la amenaza de la escuadra italiana,
el descubrimiento de una bomba orsini en la población y la aparición de
proclamas invitando a los soldados a la rebelión42. Circunstancias que sin
duda influyeron en el ánimo de algunos soldados que, sin permiso, rondaron
por los bares y se emborracharon. Y para mayor desazón, el capitán Riva,
comandante de la artillería y miembro del consejo de defensa, presentó ese
mismo día su dimisión y abandonó la plaza43.
Precisamente, una conversación telegráfica mantenida la tarde noche
del 14 entre el jefe del estado mayor pontificio, comandante Rivalta, el teniente
coronel Serra y el comandante de los zuavos Albiousse, muestra la
desconfianza existente sobre las tropas indígenas. Serra comentó que únicamente
podía fiarse por completo de los zuavos. A lo que Albiousse, yendo
más allá, afirmó que no se batirían. La conversación se desenvolvió en un
ambiente tenso. Rivalta defendió a los indígenas, pero finalmente añadió
que fuesen asignados a las posiciones frente al mar, menos peligrosas, mientras
que los zuavos debían ocupar las orientadas a la parte de tierra, mucho
más expuestas. A la viva conversación puso fin el mismo general Kanzler,
quien de forma taxativa dijo que no admitía que se discutiese en el ejército
pontificio la existencia de felones y viles44.
41 AHN., Ministerio de Asuntos Exteriores, Legajo SS-1222, Civitavecchia, 7-8-1870 (nº
5), el cónsul al encargado de negocios de España.
42 La Regeneración, 11-10-1870, p. 1.
43 VIGEVANO, A.: Op. Cit., pp. 335-338. BEAUFFORT, R.: Op. Cit., pp. 143.
44 TORRE, P.: Op. Cit., p. 580-581. VIGEVANO, A.: Op. Cit., pp. 316-318.
El secretario general del Ministerio de Exteriores italiano, Luigi Blanc, agregado al
cuartel general de Cadorna, en un despacho enviado a su ministro, Visconti Venosta,
desde Roma el 25 de septiembre, le aseguraba que los soldados papalinos indígenas no
llegaron a combatir. No obstante, esta afirmación debe tomarse con cierta precaución
porque el despacho describe en Roma una situación idílica, tanto de la población partidaria
de la unidad con Italia como de la gestión que Cadorna y él mismo llevaron a cabo.
Algo que no se ajusta con la violencia que desencadenaron garibaldinos, mazzinianos
y republicanos en la ciudad los tres primeros días, con la pasividad del ejército italiano
(Véase DDI, Seconda Serie, Vol. I, el secretario general exteriores, Blanc, al ministro de
Exteriores, Visconti Venosta, Roma, 25-9-1870, (nº 61), pp. 44-46).
Revista de Historia Militar, 131 (2022), pp. 251-288. ISSN: 0482-5748