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luciones de colores, tanto en Georgia como en Ucrania (Kazantsev, 2008).
En ese sentido, el Caspio es visto en Moscú como parte de una buffer zone
planteada contra la penetración de los Estados Unidos. Esta percepción no
hizo más que agravarse a partir del momento álgido de la intervención
norteamericana en Afganistán e Irak, en la primera década del siglo XXI
(Abilov, 2012: 42).
Partiendo de esa premisa, la estrategia rusa tiene diversos tentáculos. Por
un lado, la presión sobre Azerbaiyán, explotando en su propio beneficio el
conflicto de Nagorno-Karabaj, presión que Rusia va modulando en función de
las circunstancias, pero que nunca ha dejado de existir. Por otro lado, la tentativa
de orquestar algún tipo de alianza con las tres exrepúblicas soviéticas que
comparten esas aguas, una vez constatado que algunas de ellas no deseaban
formar parte de la OTSC. Finalmente, la aprobación de una convención internacional
para garantizar que la agenda rusa prime sobre el resto de los Estados
ribereños. Vayamos por partes.
Hemos visto que Azerbaiyán es un Estado especialmente alejado de
Moscú. Pero el Gobierno de Bakú tiene un talón de Aquiles en el enclave
de Nagorno Karabaj, una tierra reivindicada por Armenia y, por el momento,
ocupada por un régimen afín a ella, que no duda en otorgar pasaportes
propios a la población del enclave. Ahora bien, Armenia opera como un
proxy de Rusia en la zona. De hecho, aunque Rusia está suavizando sus relaciones
con Azerbaiyán, siempre ha dado su apoyo a la causa armenia, de
consuno —por cierto— con Irán, que también está interesada en debilitar a
su vecino chiita, aunque sea a costa de apoyar a un Estado cristiano, en un
ejemplo de cajón de realpolitik (4).
Tras años de guerra abierta, con varios miles de muertos, Rusia es garante
del alto el fuego teóricamente vigente, pero que en los últimos cuatro años ha
sido violado reiteradas veces, con un balance de algo más de 200 fallecidos en
las filas de ambos bandos. Por su parte, Turquía apela a la unidad de la comunidad
turcómana para apoyar abiertamente las pretensiones de unidad territorial
de Azerbaiyán, llegando a movilizar sus F-16 cuando Irán penetró en el
espacio aéreo y las aguas azeríes en el año 2001, además de desplazar a algunos
de los más altos mandos de sus fuerzas armadas a suelo azerí, cada vez
que ha sido necesario (Coffey, 2019: 12).
Por si fuera poco, Azerbaiyán se ha acercado mucho a los Estados Unidos.
Dejando de lado alguna gestión que tiene mucho de testimonial —como ser
(4) Las causas de la apuesta de Teherán son complejas, combinándose el miedo a que el
norte de Irán, con abundante población azerí, sea contagiado por el nacionalismo de Azerbaiyán,
con el hecho de que su vecino del norte es, de facto, un Estado fuertemente secularizado
que, además, mantiene excelentes relaciones con Israel. Hay que tener en cuenta que más del 50
por 100 del petróleo que importa el Gobierno de Tel Aviv procede de Azerbaiyán.
76 Julio