TEMAS PROFESIONALES
denses, el adiestramiento inicial de cada uno de los pilotos supone alrededor
de dos millones de dólares, a un coste algo inferior a 1.200 dólares por hora.
El mantenimiento y el combustible durante el ciclo de vida de la aeronave
añaden otros 60, lo que nos lleva a unos 120 millones de coste del cazabombardero
mientras está en servicio. Pero de este tiempo, ¿cuánto se dedica realmente
a las operaciones?
Para responder a esa pregunta, lo primero que hay que tener en cuenta es
que un piloto naval tiene que operar desde un portaviones, con las obvias dificultades
si se compara con un aeródromo. Esto implica que cada cierto tiempo
es necesario realizar una serie de tomas y despegues para mantener sus «cualificaciones
», a las que se suman las propias de un piloto de caza y ataque:
vuelo en formación, combate aire-aire, combate aire-suelo, etc. En el ejemplo
de referencia, un escuadrón de F/A-18 vuela unas 500 horas mensuales, unas
32,5 horas por piloto, para mantener el adecuado nivel de alistamiento (9),
operando desde la base.
Durante los despliegues en Afganistán o Irak, las horas de vuelo aumentan
hasta aproximadamente 650 horas mensuales por escuadrón, o 38 por piloto. De
estas, un tercio se dedicaron al mantenimiento del nivel de adiestramiento (10).
Considerando duraciones promedio de despliegues y de tiempo en base, podemos
deducir que se dedica solo un 20 por 100 de las horas de vuelo en operaciones
reales.
Para completar el cuadro, debemos tener en cuenta el coste del armamento
empleado tanto en adiestramiento como operaciones. Este dato no está disponible,
ya que sigue estando clasificada la información relativa a Afganistán e
Irak. No obstante, la lógica dice que la munición adquirida es para reemplazar
la empleada, y esta información sí que está disponible en fuentes abiertas. Por
ejemplo, entre 2002 y 2012, los presupuestos de la Marina estadounidense
reflejan que se adquirieron 18.000 unidades de armamento aire-suelo. Esta
cifra puede parecer impresionante, pero al dividirla entre el número total de
aeronaves capaces de emplearlo (unas 1.000), se traduce en un promedio
de 18 en el plazo de una década por aeronave, incluyendo adiestramientos.
Con todos los datos expuestos, es fácil concluir que incluso una GBU-12,
hasta cierto punto barata, lanzada por un relativamente económico F/A-18,
tiene un coste efectivo unitario total notablemente superior al de un RGM-84
Harpoon Bloque II o un BGM-109 Tomahawk. Y para emplear estos misiles
no hace falta poner un blanco tan crítico como un portaviones al alcance de
las armas enemigas. Algo que, por cierto, condicionó las operaciones por parte
británica durante el conflicto de las Malvinas hace casi 40 años.
(9) HENDRIX, Henry J.: At what Cost a Carrier? Center for New American Security, marzo
de 2013.
(10) BEACH, F. B.: «DoD’s Addiction to Oil: Is there a Cure?». Journal of Energy Security,
15 de marzo de 2011.
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