Principales acciones de Huerta en Cuba
Guerra larga de Cuba
Las ondas de la Revolución de 1868 llegaron
inmediatamente a Cuba infl amando otras cir-cunstancias
económicas, sociales y políticas de
la Isla, propiciando la insurrección independen-tista
dirigida por la Junta Revolucionaria local y
dando inicio a la Guerra de los Diez Años o Guerra
Larga (1868-1878), la primera de las tres que, fi nal-mente,
llevaron a la pérdida de aquel territorio.
Cuando el confl icto se recrudece en 1871, Huerta
es destinado a Cuba con el empleo de teniente.
Participa en las operaciones del sector oriental
de la isla, resultando herido en abril de 1872, por
lo que regresa a España para recuperarse, reci-biendo
durante su convalecencia la noticia de la
muerte en combate de su padre, el coronel don
Juan Huerta Sostre, en la provincia de Oriente.
De regreso a Cuba, interviene en acciones tanto
en las provincias de Camagüey y Oriente con-troladas
por los mambises (apelativo dado a los
insurrectos), como en las provincias occidentales,
de predominio proespañol, para contener los in-tentos
rebeldes de invadirlas rebasando la trocha
de Júcaro a Morón, principal línea defensiva que
dividía la isla en dos de Norte a Sur. Por los méri-tos
mostrados en estas campañas, Huerta ya era
teniente coronel en 1876 y coronel graduado en
1877, año de su regreso a España poco antes de
que el Pacto de Zanjón pusiera fi n a esta prime-ra
guerra con la victoria española, aunque una
minoría insurgente prolongó la contienda por un
tiempo en la Guerra Chiquita y, de nuevo, en
1895 se reavivó la sublevación hasta la conoci-da
intervención directa de los Estados Unidos en
1898.
Filipinas
Retornado a España, el teniente coronel Huer-ta
queda adscrito temporalmente a la comisión
de reserva en Toledo, siendo enviado a Filipinas
en 1879. A las órdenes del capitán general D. Fer-nando
Primo de Rivera, aseguró el control efecti-vo
de las montañas de la Isla de Luzón para termi-nar
con el permanente hostigamiento de algunas
tribus del interior contra la población. Al frente de
una columna de 500 hombres formada por jine-tes,
infantes, guardias civiles y carabineros, Huerta
logró pacifi car la zona en una dura campaña de
un año de duración. Posteriormente se trasladó a
Mindanao con la misión, igualmente, de pacifi car
el interior de la isla, siendo recompensado por ello
con la encomienda de Isabel la Católica.
De vuelta a la Península en 1888, D. Luís se in-corporó
al Regimiento de Reserva nº 4 y, posterior-mente,
al de Lanceros de Villaviciosa. Ascendido
al empleo de coronel, mandó brevemente el Re-gimiento
de Reserva nº 25 hasta que en agosto
de 1890 regresa a Mindanao, auténtico laberinto
de etnias y religiones, en estado de permanente
alerta por las incursiones de piratas malayos y la
hostilidad de los llamados “moros”, musulmanes
poco afi nes con el resto de la población mayo-ritariamente
cristianizada. En esta ocasión, su mi-sión
era desmantelar los reductos moros y orga-nizar
una red defensiva avanzada en un medio
hostil, no solo por ser refugio de enemigos, sino
también por el relieve y el clima. Fueron los efec-tos
de ese clima en su salud los que le obligaron a
retornar a España a fi nales de 1891, asumiendo el
mando del Regimiento de María Cristina hasta su
ascenso a general de brigada en 1894.
En 1895, por tercera vez se incorpora Huerta
al Ejército de Filipinas, y al frente de la segunda
36 Armas y Cuerpos Nº 143 ISSN 2445-0359