febrero de 1945 por parte de los británicos, y la
mañana siguiente de mano de los estadouniden-ses.
El recuento de muertos en Dresde superó los
35.000, gran parte de los cuales no habrían con-tribuido
directamente al esfuerzo de guerra. Lo
que hoy parece una atrocidad fue visto como
una acción bélica más debido al endurecimiento
causado por años de guerra total. Muchas otras
ciudades alemanas corrieron la misma suerte. Al
mismo tiempo, los bombarderos B-29 americanos
encontraron su blanco perfecto en las ciudades
japonesas, construidas fundamentalmente de
madera. Con la asunción del mando por el ge-neral
Curtis LeMay llegó también el primer bom-bardeo
a Tokio el 25 de febrero de 1945, seguido
de otro el 4 de marzo y más la noche del día 9.
LeMay ordenó atacar directamente los barrios
residenciales, así como aumentar la cantidad de
bombas incendiarias y reducir las de alto explo-sivo
para que fuese el fuego el que arrasara las
ciudades. En los ataques de Tokio se estima que
aproximadamente 90.000 personas perdieron la
vida, cifra de bajas que es superior a las que Little
Boy causaría en Hiroshima.
Para relativa sorpresa de los defensores del
Poder Aéreo, el bombardeo sistemático de ob-jetivos
civiles en Alemania y Japón no precipitó
la derrota de ambos países. En el segundo caso,
además, los japoneses, como nos cuenta Rotter,
llevaron a cabo una resistencia que podría ta-charse
de fanática, convirtiendo el lento avance
americano en una auténtica sangría4.
Mientras la guerra seguía cobrándose vidas de
americanos y japoneses, el Proyecto Manhattan
avanzaba y con él el debate sobre qué hacer
con las bombas cuando estuvieran fi nalizadas. El
14 de julio de 1945 se realizó con éxito la primera
prueba nuclear de la historia. Ya no eran teorías,
Estados Unidos tenía en su poder la bomba ató-mica
y debía decidir si emplearla contra Japón
o no.
A Japón se le ofreció una rendición en la lla-mada
“Postdam Declaration” y, en el momento
en el que no la aceptaron al instante, los ameri-canos
empezaron sus planes para lanzar la prime-ra
bomba atómica sobre Hiroshima. Viendo las
decisiones que se tomaron, uno no puede evitar
preguntarse si EE.UU. se planteó modifi car los tér-minos,
conseguir negociar la rendición con los ja-poneses.
Puede ser que lo que pretendieran fue-ra
conseguir realizar una demostración de fuerza
no solo a Japón, sino a la Unión Soviética. La idea
de lanzar una bomba atómica con el objetivo de
demostrar algo a otra nación es un ejemplo insu-perable
de hasta qué punto se había devaluado
la vida humana a lo largo de la guerra.
Hay quien culpa a Harry Truman del lanza-miento
de las bombas atómicas. Sin embargo, su
ayudante George Elsey dijo que Truman no po-dría
haber detenido el lanzamiento de las bom-bas
más de lo que podría haber parado un tren
en marcha, pues la bomba había generado su
propia inercia. Elsey declaró: “It’s all well and
good to come along later and say the bomb was
a horrible thing. The whole goddamn war was a
horrible thing” “Es muy fácil decir de pasada que
la bomba fue algo horrible. Toda la maldita gue-rra
fue algo horrible”.
Tripulación del B-29 Enola Gay. Fuente: Wikipedia Commons
88 Armas y Cuerpos Nº 143 ISSN 2445-0359