Nube atómica sobre Hiroshima. Fuente: Wikipedia Commons
ticamente llevó a Stalin a ordenar la fabricación
de una bomba atómica, la cual consiguió mu-cho
antes de lo que esperaban los americanos.
La Guerra Fría fue un periodo en el cual EE.UU.
y la URSS eran dos superpotencias inigualables.
Ambos invertían cantidades estratosféricas en sus
programas de armamento y nucleares, obsesio-nados
con superar a su rival directo.
El problema que añadieron las armas nuclea-res
es su enorme riesgo. Con una bomba conven-cional
un error sale caro pero no tiene nada que
comparar a lo que sería equivocarse de blanco
con un misil balístico con cabeza nuclear.
En caso de que se diera una guerra nuclear, la
advertencia de Oppenheimer se quedaría bas-tante
corta respecto a las consecuencias de la
misma. Las armas nucleares puede que propor-cionen
una cierta estabilidad hoy en día, pero
durante la Guerra Fría fueron una auténtica Es-pada
de Damocles amenazando al mundo. Un
ejemplo de esto fue la tensión que tuvo lugar con
la crisis de los misiles en Cuba.
La herencia planetaria de la bomba
Pese a que no al mismo nivel que durante la
Guerra Fría, hoy en día las armas nucleares siguen
teniendo un papel importante en la política mun-dial.
Las naciones que poseen la bomba tienen
una cierta seguridad de la cual carecen aquellas
sin armamento nuclear. Además, se puede apre-ciar
claramente cómo naciones que no disponen
de capacidad nuclear intentaron adquirirla aún
en contra de la opinión de la comunidad interna-cional,
como es el caso de Corea del Norte o Irán
(curiosamente, el programa nuclear iraní se inició
con cooperación estadounidense).
En defi nitiva, la bomba nuclear, una vez lan-zada,
se convirtió en una amenaza mundial, de-bido
a que era un poder sin rival hasta la fecha.
Por lo tanto, aquellos países que no dispongan de
ella pueden verla como una amenaza. Es un ar-mamento
con relevancia a nivel mundial. Incluso
una única bomba puede cambiar considerable-mente
las negociaciones con un país.
Conclusiones
Es innegable que las bombas atómicas lan-zadas
sobre Hiroshima y Nagasaki cambiaron el
mundo y no solo a nivel armamentístico. La apa-rición
de un recurso tan poderoso hizo que las
potencias mundiales literalmente participaran en
una carrera por obtenerlo.
De igual manera sorprende cómo las críticas
de la actuación americana en la Segunda Gue-rra
Mundial se centran en las bombas atómicas
y no mencionan Dresde o Tokio. Como ya se ha
señalado, no solo las bombas atómicas fueron
algo horrible, toda la guerra lo fue. Cierto es que
un ataque nuclear no se parece en nada a un
ataque con otro tipo de armamento, pero el fun-damento
sigue siendo el mismo: atacar ciudades
de manera indiscriminada, haciendo poca o nin-guna
distinción entre objetivos civiles y militares.
Un problema de la enorme llamada de aten-ción
que suponen las bombas atómicas es que
se olvida todo lo que estuvo detrás de ellas. An-
90 Armas y Cuerpos Nº 143 ISSN 2445-0359