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rechazo a la presencia occidental por parte de
estos terroristas hace que introduzcan en esta po-blación
que solo conoce la guerra ideas como
que la enfermedad no existe y que no es sino un
instrumento de manipulación y control de los oc-cidentales
en la zona, a los cuales hay que ex-pulsar.
También en una sangrienta guerra se encon-traba
la República Centroafricana cuando Al-dekoa
viajó allí en diciembre de 2013. Uno de los
bandos enfrentados eran grupos armados del
norte, extranjeros y de religión musulmana, los
“seleka”, que en un principio se habían aliado
para dar un golpe de estado, tras el cual se sepa-raron
y luchan por sus propios intereses. Enfrente
estaban los “antibalaka”, tropas populares y an-tiguos
partidarios del gobierno derrocado, cristia-nos
en su mayoría. En palabras del autor: “En la
República Centroafricana todos eran víctimas de
una guerra de entrañas antiguas: tú mueres, yo
vivo. Ni siquiera era por los recursos … La fe no
era la motivación, era la línea donde dividir entre
amigos y enemigos” (pp. 115-118). En la ciudad
de Bouca se refugiaba en una iglesia una comu-nidad
cristiana y, separados por un regimiento
de la Force multinationale de l’Afrique centrale
(FOMAC), un barrio musulmán. En la iglesia el pe-riodista
pudo conocer a una monja italiana que
pese a las recomendaciones e insistencias para
que regresara a Italia permanecía a fi n de man-tener
a aquellos cristianos y unos cooperantes
de Médicos sin fronteras (MSF), que mantenían el
ánimo de los más de 500 niños que allí se encon-traban,
además de velar por su salud. Uno de los
acontecimientos que marcó al autor fue el vivi-do
con Albert, un adulto de la comunidad que
se encargaba de enterrar los cadáveres que en-contraba,
“en dos listas: ciento veintitrés cristianos
y treinta y ocho musulmanes” (p.121).
Otra de las cuestiones que hoy en día siguen
muy presentes en África, pese al continuo desa-rrollo
de múltiples países, son las tradiciones de
las distintas etnias. Esto lo pudo vivir de primera
mano el autor cuando participó en la negocia-ción
de una “Lobola” en Sudáfrica. La “Lobola”
es el pago en cabezas de ganado que los cer-canos
al novio deben negociar con la familia de
la novia de etnia xhosa para conseguir su mano,
como era el caso de Mopethe. Aldekoa, aunque
consciente de la importancia de las tradiciones,
no comprendía cómo Mthi, la novia, una mujer
independiente y moderna que trabajaba en un
banco, permitía que se pagasen vacas por ella.
No obstante, la pareja le dio a entender que no
era un simple pago, sino un agradecimiento a la
familia por haberla criado y una aceptación por
parte de la familia para que Mopethe formara
parte de ella. En este fragmento nos muestra que
las tradiciones y las raíces de los distintos pueblos
no pasan al olvido y que siguen teniendo su im-portancia.
Aunque a los occidentales nos pueda
parecer en un principio que ya es algo desfasa-do,
forma parte de la cultura y el respeto de las
múltiples etnias que conviven en el continente.
Siguiendo este hilo de costumbres y tradicio-nes,
el autor nos lleva a la selva de Camerún,
donde se encuentran los pigmeos, y al desierto
del Kalahari, donde habitan los bosquimanos, de
etnia San. Ambas son etnias que no solo tienen
unas costumbres o tradiciones ancestrales, sino
también unos estilos de vida opuestos a lo que sus
respectivos gobiernos les tratan de imponer. A los
primeros se les expulsa de su hogar para dárselo
a compañías madereras o mineras o se les toma
como esclavos; en una ocasión una mujer se in-teresó
por el trabajo que estaba haciendo el pe-riodista
y le ofreció grabar a “sus pigmeos”, recal-cando
el autor que muchos bantúes ceden parte
Operaciones de la Unión Europea, muy centradas en África. Fuente: Servicio de Acción Exterior de Europa, https://eeas.europa.eu
Abril - 2020 Armas y Cuerpos Nº 143 7