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Dr. J. Robert Oppenheimer. Fuente: U.S. National Archives, RG 434.
muchos consideran el “padre” de la bomba ató-mica,
resumió en una frase legendaria la cre-ciente
contradicción moral que la mayor parte
de ellos sintieron al ser conscientes de su papel
en el desarrollo de una tecnología de poder des-tructivo
inusitado: “Now I have become Death,
the destroyer of worlds” (“Me he convertido en la
Muerte, el destructor de mundos”)
El autor ahonda en el contraste entre las ex-pectativas
humanitarias y universalistas que tenía
este grupo de genios para sus investigaciones
sobre la energía atómica y la fi nalidad político-militar
que los gobernantes y militares de los esta-dos-
nación que les fi nanciaron querían dar a sus
descubrimientos:
The scientists had faith that, whatever they
were conjuring with, whatever danger inhered
in the explosive potential of the nucleus, they
would, as a group, never allow their discoveries
to be used by nation states against humanity.
For they had their higher allegiances, whose
purposes transcended those of petty polities
shaped by the whims of nationalism or politics
and susceptible to abuse by despots. Los cien-tífi
cos tenían fe en que, cualquier asunto que
tuvieran entre manos, cualquier peligro que
entrañara el potencial explosivo del núcleo,
ellos, como grupo, evitarían que sus descubri-mientos
fueran usados por las naciones contra
la humanidad. Pues tenían lealtades más ele-vadas,
cuyos propósitos trascendían aquellos
de políticas formadas por los caprichos del
nacionalismo y susceptibles al abuso por parte
de los déspotas3.
La cooperación de estos científi cos con sus go-biernos
había comenzado en las postrimerías de
la Gran Guerra o Primera Guerra Mundial (PGM).
Durante ésta, el uso indiscriminado de gas en la
guerra de trincheras dio lugar a un creciente de-bate
acerca de la ética de aplicar bélicamente
determinados desarrollos científi cos. Este debate
se extendió durante los años veinte, alumbrando
algunos acuerdos pioneros en la materia. Sin em-bargo,
la escalada de tensión internacional de
la década siguiente, especialmente tras la llega-da
al poder de Adolf Hitler en 1933, intensifi có la
carrera por el átomo y sus aplicaciones militares.
También crecieron las presiones de todo tipo de
los gobiernos sobre sus científi cos. En el seno de la
comunidad científi ca tales presiones ahondaron
un debate que venía ya de lejos, que no era otro
que el de si un científi co se debía en primer lugar
a la comunidad científi ca y a la humanidad an-tes
que a su país.
El temor que despertó la llegada al poder de
Hitler fue el que provocó fi nalmente que la mayor
parte de los científi cos nucleares que trabajaban
en las potencias democráticas occidentales –al-gunos
huidos o expulsados de la Alemania nazi,
la Italia fascista y la Unión Soviética- se prestasen
a colaborar con sus gobiernos. Con el horizonte
de una nueva guerra total incluso más mortífera y
devastadora que la PGM, la ecuación ética ma-nejada
no fue otra que la de desarrollar cualquier
sistema de armas capaz de reducir la sangría de
una contienda: si un arma podía acortar el en-frentamiento
y salvar vidas, (aun a costa de quitar
otras), ésta debía fabricarse y, de ser necesario,
también usarse. Dado el singular potencial des-tructivo
de esta nueva arma, era imperioso ade-más
adelantarse a cualquier potencial enemigo
en su fabricación a fi n de poder emplearla de
manera disuasoria o, llegado el caso, de mane-ra
determinante en un posible confl icto armado,
algo que conforme avanzaba la década de los
treinta cada vez parecía más previsible. En Esta-dos
Unidos esta lógica y deriva acabó dando lu-gar
a la creación del Proyecto Manhattan, al que
pronto iban a sumarse británicos y canadienses.
El dilema de los vencedores
A la par que los científi cos del Proyecto Man-hattan
se acercaban a su objetivo último du-rante
los años centrales de la SGM, las tácticas
empleadas en ésta fueron allanando el camino
a la eventual utilización de armamento nuclear.
Especial relevancia tuvo la evolución del recurso
al bombardeo aéreo por parte de los aliados an-glosajones.
Británicos y norteamericanos llevaron
a cabo numerosos bombardeos sobre ciudades
de muy bajo valor militar, por lo que más que un
objetivo parecían una excusa o una venganza.
El más conocido de estos ataques fue el ocurri-do
sobre la ciudad de Dresde la noche del 13 de
Abril - 2020 Armas y Cuerpos Nº 143 87