Tiro de cañón
de esta clase tiene creo recordar seis o siete cu-biertas.
La presentación al comandante, creo que
también me salió bien, de carrerilla. Recuerdo
sus palabras de agradecimiento por servir en la
Armada y “ la necesidad de personas como yo
que voluntariamente aportan su experiencia pro-fesional
y tiempo a las FAS” .Todo un caballero...
un auténtico pata negra.
Pasado este trámite, el Segundo me llevó a
la cámara de ofi ciales y me presentó a los pocos
ofi ciales que estaban allí en ese momento, por
estar libres de servicio. Tras las presentaciones, me
recomendó que me cambiase de uniforme, que
tomase contacto de la Enfermería del buque, y
me anunció que: ¡yo iba a ser el jefe de sanidad
del buque! (claro, no había ningún otro ofi cial de
sanidad).
Encontré mi camarote, gracias a mis dotes
para dar vueltas por las cubiertas y pasillos.
Uniformidad de embarque.
Despojado de la guerrera blanca, del panta-lón
blanco, gorra verde-blanca, zapatos blancos,
calcetines blancos y los guantes blancos del uni-forme
Diario B de presentación, muy fl amante,
pero muy incómodo para circular por un buque,
me vestí con la uniformidad de embarque, igní-fuga
de color azul.
En vestuarios del Arsenal de Ferrol, me facili-taron
todo el uniforme de embarque excepto la
prenda de cabeza, la gorra azul de visera, advir-tiéndome
que me la proporcionarían, como así
fue, en mi Unidad, y entre otras prendas, (eviden-temente
por error) me entregaron las camisetas
de interior blancas – la que se pone por debajo
de la camisa azul turquí – con un precioso ribete
azul muy marinero, y tan marinero que cuando
me presenté con la uniformidad de embarque,
en la cámara de ofi ciales, mi compañero de ca-marote
y “anfi trión” – de esa forma tan exquisita
y educada que tienen los ofi ciales, y en general
todos los militares – me advirtió que la camiseta
blanca de los ofi ciales no tiene ribete azul, que
me la debería de cambiar, ofreciéndose él en
ese momento a prestarme alguna de las suyas.
Me fui al camarote, ya hecho un experto en subir
y bajar escalas, y por fortuna, tenía una camiseta
blanca – sin el dichoso ribete – de deporte de
la UME, que junto con las que mi buen compañe-ro-
anfi trión me prestó, me permitió navegar con
uniformidad de embarque de la Armada en per-fecto
estado de revista, por fuera, pues llevaba...
calcetines verdes del Ejercito de Tierra (ET).
En vestuarios también me habían facilitado
unos calcetines de trabajo blancos, (si blancos,
no azules como al resto del personal) que no sé
qué problema tendrían, el caso es que se aguje-reaban
muy fácilmente, resultado es que acabe
con los tres pares de estrenados calcetines blan-cos,
rotos en el talón y en la puntera, en los tres
primeros días y como creí, que nadie me vería los
calcetines use los verdes, que tenia de mis ante-riores
activaciones en el ET. ¡Error! resulta que en
las maniobras de zafarrancho de combate, entre
otras cosas, los bajos del pantalón se introducen
por dentro de los calcetines, total que se veían
los calcetines verdes, pero como era reservista y
de cuerpos comunes nadie me comentó lo más
mínimo.
Abril - 2020 Armas y Cuerpos Nº 143 81