Arcabucero en la batalla de Pavía (1525) según los tapices
conmemorativos. Lleva la camisa por fuera, la banda roja y el aspa
roja. Lámina de A. Manzano.
“Lo primero se sacarán 6 varas de tafetán co-lorado
para la cruz =aspa, la cual ha de ser
colorada de fuerza”.
El aspa y la banda
Para el ejército de operaciones en el noreste
de Francia se dispuso en 1552:
“Que toda la gente de guerra de pie y caba-llo…,
si fueren armados cuando caminaren lle-ve
cada uno su banda colorada sobre las ar-mas
=la armadura y, no llevando coseletes,
lleven las cruces =aspas coloradas cosidas
en los vestidos de manera que todos las trai-gan
públicas y no de suerte que se les puedan
cubrir y quitar, so pena que el que se hallare
de otra manera sea tenido por enemigo y cas-tigado
por tal”.
Estas órdenes generales se reiteraron para la
expedición de la Gran Armada contra Inglate-rra
de 1588 y para el ejército que Felipe II envió
a Zaragoza en 1591 para capturar a su antiguo
secretario Antonio Pérez. Por ello las ordenanzas
para el ejército de Flandes de 1596 ordenaban lo
mismo, llevar:
“l’escharpe rouge dessus ses armes =la arma-dura
ou cassaque, et celluy qui n’aura point
d’escharpe rouge, portera une croix rouge à
descouvert et qui n’aura cette marque será
tenu pour ennemy et traité comme tel”.
Parece que, ya en este tiempo, la banda roja
había pasado a llevarse generalmente, y no res-trictivamente
solo cuando el aspa quedara cu-bierta
por la armadura. Este declive del aspa
individual se ve en que no aparecía en las ‘Ins-trucciones
para los trece Comisarios que van al
establecimiento de la Milicia General’ de 1598
para revitalizar el ejército del interior del Reino.
Por otra parte, no se han encontrado referencias
a que, en América, las tropas llevaran el aspa roja
sobre la indumentaria1.
Los ofi ciales, sin aspa
En contraste con el uso del aspa por los sol-dados
de infantería, no se ha localizado una sola
representación de ofi ciales que la lleven. Segu-ramente
veían en ella el propósito de evitar las
deserciones y, bajo ese punto de vista, llevarla
supondría aceptar tal posibilidad, incompatible
con su alto sentido del honor 2.
Esta falta del aspa roja también se ve en solda-dos
por la misma razón cuando, desde principios
del siglo XVI, los hidalgos y otros nobles de niveles
superiores se alistaron en la, hasta entonces, poco
valorada infantería, peonaje que procedía de la
clase plebeya. Así, no llevar el aspa mostraría la
identidad nobiliaria, tan del gusto de los hombres
del Renacimiento, negando radicalmente la po-sibilidad
de desertar. Por ello, la banda o la faja,
en sus múltiples formas de llevarla, acabó siendo
el distintivo propio del ofi cial.
Casacas de caballería con grandes
aspas
A lo largo de todos estos años, la caballería
pesada seguía siendo mucho más cara que la in-fantería
pues cada caballero necesitaba arma-duras
de muchas piezas, varios buenos caballos
de guerra, pistolas de rueda, lanzas que ir rom-piendo,
etc., y también, sobre todo, por conser-var
el gusto por el lujo de sus antecedentes nobi-liarios
medievales. En el vestir, esto se plasmaba
en lujosas y adornadas casacas, de colores pro-pios
de cada compañía de hombres de armas y
que solían llevar grandes aspas en el pecho, en la
espalda y en los faldones.
El renacer del aspa en la batalla de la
Montaña Blanca. 1620
En esta batalla, ocurrida el 8 de noviembre de
1620 cerca de Praga, las tropas católicas de infan-tería
vistieron capotillos de colores variados para
diferenciar los escuadrones3. En la primera línea,
el puesto de honor ocupado por las tropas de la
Monarquía Hispánica, formaba la Legión Valona
en tres escuadrones correspondientes al tercio del
famoso maestre de campo Guillermo Verdugo, al
del teniente general conde de Bucquoy y al del
56 Armas y Cuerpos Nº 143 ISSN 2445-0359