casi mar, si esta Fragata lleva aletas estabilizado-ras...”),
yo consideraba que mis pobres piernas ya
tenían sufi ciente ejercicio añadido al dar vueltas
y vueltas por la cubierta de vuelo, que como ya
cité, lo hacía más por respirar aire puro, por ver el
mar, el cielo, y a veces hasta la costa.
El tratamiento en la Armada, es especial, aun-que
el Vd. es el tratamiento general, en la Armada
como casi todo se “complica “ para un novato,
de la misma forma que a mí me trataban indis-tintamente
de “mi ofi cial” o de “mi teniente”, es
usual que a los marineros se les llame por el alias,
por el gentilicio del pueblo, ciudad , provincia
donde nacieron, así se puede escuchar: “ Car-nota
te llaman de cocina”, cuando el susodicho
carmotano o carmotan, se apellide por ejemplo:
Gómez, ¡Ay ! pero a los subofi ciales se les trata
de Usted y por el nombre, así el sargento D. José
Pérez, es Don José, a los del mismo empleo se tu-tea,
así como a los de otros empleos que te han
apeado el tratamiento, al resto, de mi ofi cial,
mi comandante, comandante, segundo, y jefe
(jefe de máquinas); lo que a veces, me resultaba
muy “trabajoso” era mantener una conversación
entre varios con distintos empleos, ejemplo: con
un ofi cial, que no me apeara el tratamiento (de
Vd.), otro que si (tuteo), un subofi cial (Don...) y un
marinero. En fi n, menos mal que yo era el único
sanitario y reservista a bordo y eso hacía – supon-go
– que se me perdonasen mis muchos errores
protocolarios que seguro, sin querer, cometí.
Último día, el desembarque
Y llego mi último día embarcado, y lo hice:
¡por la escala de gato!.
Abajo abarloada a la fragata y golpean-do
contra su costado - por efecto de las olas y
corrientes del Estrecho - me esperaba la embar-cación
semirrígida, la RHIB (Rigid-Hulled Infl atable
Boat) que acababan de arriar, era mi penúltimo
día de Teniente Enfermero (RV), al día siguiente
cumplía 61 años5, era el de mayor edad de toda
la dotación de la fragata, y el más novato.
Y la verdad, en aquel momento, tenía mie-do
de caerme al agua, principalmente (aunque
pueda parecer mentira) por el ridículo, porque yo
sabía que también, en esa ocasión representaba
- al ser el único embarcado- a los RV.
Recordé en ese momento otras experiencias
con agua, el haber atravesado la piscina en la
Academia General Militar, con el PECO (chaleco
porta equipo de combate), el casco, la mochila
de combate y el fusil HK (las dos manos sujetán-dolo
para no mojarlo), el haber nadado en las
playas de Tenerife entrenando con la UIEN- UME
de los Rodeos, las prácticas de rescate del NIR-VUME
en el Golfo de Rosas, pero esta ocasión,
era diferente, alta mar, corriente del Estrecho y
principalmente olas.
Tenía plena confi anza en la pericia marinera
del Cabo 1º patrón de la RHIB, que una y otra vez
se pegaba a la Fragata, por más que las olas la
84 Armas y Cuerpos Nº 143 ISSN 2445-0359