Formación de instructores somalíes en la EUTM Somalia. Fuente: Ministerio de Defensa de España
de sus tierras para cultivo a los pigmeos, aunque
estableciendo con ellos una relación cercana a
la esclavitud. Sin embargo, el periodista optó por
no continuar su convivencia con los pigmeos que
se encontraban en la selva. A los segundos se
les lleva a la fuerza a campos de reasentamien-to,
cuyo objetivo a priori era reeducar a los San
para que se adaptaran a la sociedad, pero que
en muchos casos esa fachada solo era una tapa-dera
para conseguir trabajadores para las minas
de diamantes de la zona, en las que el gobierno
tenía puestos muchos intereses.
Alejándose el autor en parte de la temática
anterior, más relacionada con pueblos en con-creto,
situaciones de guerra o confl ictos, se acer-ca
a otras cuyo principal protagonista es la mujer.
Así muestra las vivencias de un grupo de prostitu-tas
en Botsuana, la hermana de un niño en Togo,
una madre al que se le muere su hijo en brazos o
las dos cooperantes de MSF secuestradas en Da-daab.
Por ello el autor además dedica un corto
capítulo, titulado “ELLAS”, dedicado exclusiva-mente
a las mujeres.
En Togo, el reportero vivió uno de los momen-tos
que más le marcó en África y que le hizo com-prender
la situación en la que estaba la gente
de aquella zona. Comenzó al conocer a un niño
de nueve años y a su hermana pequeña de seis,
cuya madre había muerto y a cuyo padre no
veían desde hace meses. Aldekoa se vio sobre-pasado
cuando aquel niño le ofreció pasar la
noche con su hermana: “Me tumbé en la cama
y, por primera vez en África, me puse a llorar
como un niño” (p. 144). Aquí concretamente se
nos muestra el carácter personal del libro, que no
debe ser tomado como un texto de historia o de
acontecimientos sino de vivencias personales del
autor y de los africanos que forman parte de esas
vivencias.
Como hemos podido comprobar, otro de los
grandes afectados se puede decir son los niños,
que en múltiples ocasiones viven las consecuen-cias
de guerras pasadas o presentes, víctimas
del terror y la pobreza que en muchas regiones
es permanente. Como se indica en la reseña de
Irene Dalmases, en Somalia, “uno de los estados
más fallidos del mundo, con veinte años de caos
y desgobierno”, los niños no han conocido la paz,
es una de las conclusiones que se pueden sacar
fácilmente. La vida de estos niños se la pudo ima-ginar
el reportero cuando en un edifi cio en ruinas
en Mogadiscio encontró unos dibujos en las pa-redes,
entre los que estaba un campo de fútbol
y la alineación del Barcelona, además de otros
dibujos de asesinatos y armas.
Ya al fi nal del libro y concluyendo, en el viaje a
Nigeria –el país más poblado del continente con
casi 200 millones de habitantes- podemos ver en
Lagos una sociedad que, aunque con muchas
desigualdades y fallos, está desarrollada. No obs-tante,
esto no es así en todo el país, pues el au-tor
se trasladó al delta del Níger, donde observó
el devastador efecto de las negligencias de las
compañías petroleras y el silencio del gobierno,
que ha provocado, al no poner solución a la con-taminación
en esta zona de pescadores, que la
esperanza de vida en la región sea diez años me-nor
que en el resto del país.
De igual modo, otro de los países con mayores
reservas de petróleo en el continente es el caso
de Sudán del Sur. Su caso, sin embargo, es distin-to
a cualquier otro, al haber sido el primer país
africano que dibujara en el mapa una frontera
distinta a las trazadas un siglo atrás por los Estados
colonizadores, pues consiguió su independencia
de Jartum en 2011. A pesar de ello, el sueño de un
gobierno multiétnico para el desarrollo del país se
había disuelto y transformado en una guerra en-
8 Armas y Cuerpos Nº 143 ISSN 2445-0359